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Escribir en un medio masivo de comunicación sobre la Paternidad, es una tarea de recorte y síntesis arriesgada. Sé que no voy a conformar a todos ni a todas y sé que será difícil plasmar experiencias clínicas y saberes en 1.000 palabras escritas, pero… allí vamos. Los “librepensadores” serán bienvenidos.
Buscar las raíces de la construcción simbólica de lo materno y lo paterno, es llegar a los primeros agrupamientos en cuevas, respirando biología y evolución. Hembra y Macho, Mujer y Varón dispusieron los elementos para que con el advenimiento del lenguaje, las conductas biológicas y de especie se transformaran en funciones y roles en una sociedad que daba sus primeros pasos.

Primero fue el Matriarcado

Muchas corrientes antropológicas y arqueológicas afirman que durante los primeros miles de años de agrupamientos sociales la mujer ejercía el poder. Su liderazgo era espiritual y social. Las reconocemos en miles de relatos mitológicos y religiosos como diosas de “la fertilidad”, “la salud” y “la creación”. Desde África hasta Mesoamérica, pasando por Asia y Mesopotamia encontramos sus estatuillas, dibujos y grabados. Lo Femenino y lo Materno eran el paradigma del universo conocido.

Pero algo sucedió…

Como en toda construcción humana, las opiniones están divididas, en relación a ¿Qué paso? y ¿Cómo fue que emerge el Patriarcado? Autores variopintos e investigaciones de diferentes épocas no logran un claro acuerdo. Solo hay coincidencia en dos hipótesis.
En algún momento de la evolución cognitiva, el varón se dio cuenta que él, también participaba en la concepción de nuevas vidas, algo que hasta ese día creía exclusivo de la mujer. De modo que le asignaba a ella, su divinidad creadora y fértil. Y en segundo lugar, se coincide en que la diferencia física y de fortaleza corporal del hombre se impuso y el rol espiritual y social de la mujer quedo desdibujado, corrido hacia el varón. Reconocemos esta etapa antropológica-cultural por la aparición de “jefes tribales” y “sacerdotes”, presagiando el advenimiento de “reyes” y “emperadores”. Todos ellos, lógicamente varones.

Patriarcado: Cortita y al pie

Uno de mis grandes amigos, Gerardo, mecánico de profesión y “sabio de espíritu” definió críticamente al patriarcado durante una sobremesa de un corderito al asador: “Los varones están para laburar en lo importante. Deciden las cosas grandes y las minas acompañan siempre”.
Entendemos entonces, la razón por la cual el mundo de la política, del sindicalismo, de la ciencia, de las religiones y de la familia viene siendo dirigido por varones “siempre”. Entendemos por qué una mujer gana menos por el mismo puesto que un varón y por qué a una mujer que denuncia un maltrato se la pone a esperar “para que lo piense mejor…”
Felizmente ese “siempre” comenzó a agrietarse en los últimos 50 años.

No confundir Patriarcado con Paternidad

Sintéticamente podría decir que el Patriarcado es una forma de organización simbólica, social y productiva que regula casi todos los vínculos humanos desde tiempos inmemoriales. Hoy ese paradigma esta rajado y estamos siendo testigos de su transformación. Deseo personalmente que esa transformación nos deposite en un sistema mejor y superador, ya que sustituir el patriarcado por un matriarcado sería como cambiar al domador, o cambiar de Amo sin abolir la esclavitud.
La Paternidad (al igual que la Maternidad), es una función simbólica y significante. Es decir da sentido y orienta las dinámicas intra-familiares de toda familia y por ende de toda sociedad. Ser padre es una función que se ejerce o no, se asume o se rechaza, con claras consecuencias para quienes ocupan el lugar de hijos e hijas.
La función paterna puede estar atravesada y sustentada por el patriarcado o no. En el primer caso, la función se ejerce desde la fuerza, la arbitrariedad y el antojo del “macho alfa”. No hay escucha posible ni mucho menos democracia-vincular.

Padres en extinción y padres flexibles

Estamos siendo testigos de nuevas paternidades, no apalancadas en el patriarcado ni en la imposición de género. Esos padres, de todas las edades, estamos siendo transformados lentamente, siendo “mejorados” ya que nos estamos volviendo menos rígidos y más flexibles en el pensar y en el sentir.
Mejorados porque todo lo flexible, toda posición que incluya al otro y sus deseos y opiniones es mejor que la rigidez totalitaria del fascismo y la intolerancia. “Lo rígido y seco está muerto. La vida es flexible, rozagante y permeable al exterior”. Así definía Lao Tse (siglo VI a.c.), la diferencia entre un emperador y un buen gobernante.
Creo que la paternidad está siendo modificada “desde abajo”, o si se me permite un concepto clasista, “desde las bases”. Estamos empujados por una realidad instituyente de hijas e hijos que nos proponen nuevas formas de vínculo, que nos enseñan a estar más cerca, con más dialogo y encuentro afectivo. Veo miles de jóvenes padres con conductas instituyentes y veo incipientes cambios socio-laborales en ese sentido.
Ya no hay vergüenza en llevar un carrito de bebé, en cambiar pañales, cocinar o quedarse en casa si la piba tiene fiebre y es ella la que sale a laburar. Nos permitimos llorar delante de nuestros hijos y abrazarlos y besarlos aunque tengan 20 años. Hablamos de sexualidad en la mesa y les preguntamos sobre sus opiniones políticas, éticas o morales. Los escuchamos mucho más de lo que nos escucharon a nosotros.
Pequeños-grandes gestos que fueron impensados para mi padre y mucho menos para mis abuelos.

El “padre-macho-patriarcal”, está vivo aun, pero extinguiéndose claramente. Como en todo proceso social lo viejo está cayendo y lo nuevo está emergiendo. Estamos siendo actores y testigos de ese tiempo histórico en donde ambos paradigmas están presentes, aunque sepamos cuál de los dos se extinguirá primero.

El mundo venidero exigirá paternidades con mas escucha, con mas abrazos, con mas horizontalidad y amor. Es cuestión de tiempo y de saber gestionar la espera.

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor

Publicado el sábado 20 de junio de 2020

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