Viernes 26 de abril de 2024
→ Ver pronóstico

  • 17°C
  • H: 93%
  • P: 1007
  • V: Nor Noreste

Una situación Inimaginable

En la mañana del viernes 2 de abril de 1982 en los hogares argentinos se recibía con júbilo la siguiente noticia: “Hoy, la República por intermedio de sus Fuerzas Armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta ha recuperado las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur para el patrimonio nacional”. Nadie hubiera podido imaginar en ése momento que Argentina se iba a empeñar en una guerra que duraría cruentos y extensos 74 días, ya que resultaba obvio que nuestras Fuerzas Armadas disponían de la capacidad cierta para ocupar las islas, pero jamás para poder mantenerlas ante un intento de recuperación por parte de Gran Bretaña.                                                            En mi caso particular, esa mañana me dirigía a mi destino en la Escuela de Suboficiales “Sgto. Cabral” (me desempeñaba como Oficial Educador de los futuros Suboficiales del Ejército), y compartí con quienes me acompañaban, la sorpresa por la ocurrencia de los hechos, como así también el entusiasmo y sano orgullo por mi pertenencia al Ejército Argentino.

Luego del masivo acompañamiento del pueblo ante la recuperación y una vez transcurridos los días posteriores, se comenzaron a tomar acciones no previstas, dado el secreto en que habían sucedido las operaciones. Una de las principales medidas adoptadas fue el egreso inmediato y anticipado de los cadetes y aspirantes que cursaban sus últimos años de estudio en los Institutos de Formación. Ésta camada de jóvenes y futuros Oficiales y Suboficiales fueron destinados a cubrir puestos vacantes, previstos en los cuadros de organización de las Unidades militares. De la misma manera, aquellos que nos desempeñábamos hasta ese momento como responsables de su educación, fuimos movilizados a organizaciones militares para completar su efectivo de personal.
Me correspondió ocupar un lugar en el Comando de la 3ra Brigada de Infantería (tal la denominación de entonces con su asiento en Curuzú Cuatiá, Pcia. de Corrientes). Desde ese lugar y luego de largos días de preparación y utilizando varios medios de transporte, entre los días 24 y 25 de abril de 1982 me encontraba en nuestras Islas Malvinas recién recuperadas.

Quizá a partir de éste relato inicial los lectores puedan reclamar cómo fueron mis días desde mi llegada a Malvinas hasta el 14 de junio día de la rendición. O tal vez el detalle de lo vivido junto a 500 integrantes de las Fuerzas Armadas desde ese momento y por un lapso de 30 días, como prisionero de guerra del Reino Unido de Gran Bretaña, hasta el 14 de julio de 1982, fecha en que el buque inglés Saint Edmund nos desembarcó en Puerto Madryn. A esas vivencias se puede recurrir en cualquier momento ya que existe amplia bibliografía al respecto y de fácil acceso.

Pasado y presente, un mismo desafío.

¿Qué tiene de diferente éste 2 de abril a los anteriores? ¿Cuál es la situación actual de nuestro país (y el mundo)? ¿Qué tema excluyente nos hace llenar las redes sociales que utilizamos a diario?
Estoy seguro que la respuesta, aún sin mencionarla, será la misma en cada uno de nosotros. Y es acá dónde me surgió la idea de intentar hacer una comparación distante 38 años entre ambos “2 de abril”. Les garantizo que todos aquellos que hayan participado del hecho bélico sabrán encontrar muchas respuestas a éste paralelismo que intento realizar.
Entonces comencemos. En estas semanas se viralizaron por las redes sociales varias fotos de Soldados en Malvinas qué llevan una leyenda como la siguiente: “Pasaron 74 días en un pozo de zorro con comida que a veces llegaba y a veces no, que por lo general estaba fría, con poca agua potable y durmiendo con frío y cuando podían sobre la turba o la piedra… y a vos te piden que te quedes 14 días en tu casa ¿y no lo soportas?”. Creo que resulta una excelente forma para difundir una necesidad real e intentar darle batalla a éste mal social que dimos en llamar coronavirus.
Hoy resaltamos el accionar de todas aquellas personas que continúan realizando sus tareas pese al mal que nos afecta a todos. Entre ellos podemos contar recolectores de basura, transporte público, transporte de alimentos, Bomberos Voluntarios, Fuerzas Armadas y de Seguridad y otras tantas ocupaciones. Dejé para el final a los trabajadores de la salud: médicos, enfermeros, laboratoristas, camilleros, radiólogos, ambulancieros, etc. Ellos conviven a diario con probabilidades ciertas de verse infectados. Sin embargo continúan realizando su misión, incluso en ocasiones con escasez de los recursos necesarios.
Durante la guerra de Malvinas, el personal perteneciente a la Sanidad Militar dio muestras sobradas y documentadas de lo que fue capaz de hacer. No solamente eso, médicos y enfermeros argentinos e ingleses atendieron en forma conjunta a soldados heridos de ambos países. Ahí no importó vencer al enemigo sino salvar vidas humanas formando equipos para realizar las cirugías más complejas en los buques hospitales de ambas naciones. ¡Qué grandeza, respeto y solidaridad por aquél que estaba sufriendo en carne propia las heridas provocadas durante los combates! Una guerra clásica dónde combaten FFAA de países enfrentados por la causa que sea, bajo ningún punto de vista implica odio hacia el enemigo. Solamente se busca quebrar la voluntad de seguir combatiendo del adversario. Debido a esto, es común escuchar entre los Veteranos de Guerra, la expresión: “Malvinas fue una guerra caballeresca”.

Lecciones que no olvidaré

Hace unos pocos días atrás, con motivo de la pandemia que nos afecta, leí un artículo de opinión del Lic. Esteban Gómez, titulado “Lo peor y lo mejor de nosotros”. En él, hay referencias muy claras y puntuales que funcionan como ejes vertebradores. Cito algunas que llamaron mi atención por su coincidencia con lo que vivimos los combatientes, no sólo durante el hecho bélico en sí mismo, sino extensivo hasta la actualidad.
“Vivimos tiempos maravillosos y difíciles a la vez…”: Hasta parece contradictorio y sin embargo esto representa lo que ocurrió en forma muy notoria durante los primeros días en Malvinas. Al principio, la euforia de la recuperación, y luego del ataque inglés del 1ro de mayo sobre la zona del aeropuerto sumándose al día siguiente el hundimiento del Crucero “Gral. Belgrano”, pero luego sobrevinieron los momentos más difíciles del enfrentamiento.

“El ser humano en situaciones límites tiene múltiples posibilidades de respuesta…”: Otro aprendizaje muy duro de quienes estuvimos expuestos a éstas situaciones. No existen prácticas de instrucción que puedan llevar a un ser humano a saber cómo será su comportamiento ante una situación límite. En Malvinas esto lo vivenciamos todos los combatientes sin excepción. Me resulta imposible explicar con palabras la forma en que un grupo de hombres convive con el comportamiento individual ante situaciones extremas, tal como nos ocurrió a los combatientes durante todo el conflicto. Situaciones tan simples de la vida diaria, como la falta de cigarrillos para una persona habituada a fumar o no recibir una carta familiar luego de una larga espera, pueden originar serios conflictos que repercuten y afectan a la propia organización.

“El miedo y su contagio…”: Suele ser una pregunta muy común en las charlas que se dan por parte de Veteranos en los colegios, la siguiente: ¿Tuviste miedo en Malvinas? Es muy probable que la respuesta de todos los que participamos de la guerra sea sí. De hecho el miedo es una actitud de alerta causada por el instinto de conservación. El pánico es el miedo llevado a su máxima expresión y que el individuo no puede controlar. Por contrapartida, la valentía consiste en lograr dominar el miedo o las causas que lo originan. Se puede decir que la única diferencia entre un hombre valiente y uno cobarde es que el primero es capaz de controlar su miedo y el otro no. Tanto la valentía como el pánico pueden tener efectos “contagiosos” dentro de una organización. El rumor suele ser el condimento que termina desequilibrando en forma negativa a un grupo de personas expuestas a situaciones límites.                    Existen muchos más puntos en común entre el momento actual con la guerra de Malvinas, pero quisiera destacar uno más. Es el principio de SOLIDARIDAD existente durante y después del conflicto armado y que trasciende a cualquier otra cosa. Es mi humilde deseo que, finalizada la pandemia que estamos transitando, estas manifestaciones de “ser solidarios” que estamos viviendo logren perdurar en el tiempo para bien de nuestra sociedad.

Haber combatido en Malvinas fue un orgullo y un deber. Reconozcamos a los verdaderos héroes. A todos aquellos que con honor, valentía y abnegación entregaron sus vidas por el suelo argentino, defendiendo su soberanía. Para todos ellos, nuestro eterno agradecimiento.

Nota: Las opiniones de este artículo son exclusiva responsabilidad del autor.

Publicado el miércoles 1 de abril de 2020

Lujan en linea se reserva el derecho de anular los comentarios que incluyan contenido ofensivo, inapropiado o sin la verdadera identidad del usuario. Este sitio no es reponsable de los contenidos vertidos en el espacio de comentarios. Este espacio está ideado para comentar sobre el tema de cada nota. Comentarios sobre otras temáticas podrán ser eliminados.