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Llegó diciembre, y el desafío es superar, soportar o transitar las fiestas. Cada uno como pueda. Cada uno enfrentando la realidad que nos tocó vivir en este año. Quizás sea mejor pensar este período como un año doble… nos han sucedido muchas cosas en estos casi 24 meses de pandemia…

El Contexto

En 1982 la voz de Pappo, al mando de Riff cantaba “Pantalla de un Mundo Nuevo” y casi como un profeta rioplatense en el desierto mostraba un mundo distópico, extraño, violento en donde los seres humanos vivían acechados por pantallas, sometidos a grandes crisis y usando máscaras de gas…

Según algunos cientistas sociales, hace más dos años, la humanidad está habitando un “Mundo VICA”. Este es un acrónimo del campo militar que refiere a un espacio-tiempo volátil, incierto, complejo y ambiguo. Las relaciones vinculares, nuestra forma de trabajar y nuestras expectativas sobre la vida están siendo transformadas a gran escala, lentamente pero sin pausa.

Desconocer nuestro contexto global sería un error a la hora de hacer balances personales, laborales y familiares. “Somos texto en un contexto” dice un amigo Lacaniano que vive en San Marcos sierra.
El Otro social me atraviesa y yo a él, es decir ni más ni menos, que estamos interconectados siempre, aun en pandemia. Si mi nieta está en crisis tarde o temprano eso me llega, si mis vecinos se quedaron sin laburo, tarde o temprano eso me llega y si la fábrica en la que trabajaba mi amigo cerró sus puertas esos trabajadores dejaron de comprar en el almacén de mi hermano. Todo nos modela.

Diciembre nos moviliza

¿Alguna vez, nos preguntamos por qué las fiestas nos “pegan” tanto? Generan deseos, rechazos, amores, odios, mesas pacíficas, pases de facturas, regocijos o tristezas.
Y es que más allá de todas las formalidades religiosas o comerciales, las fiestas nos acercan un plus, un desafío para cualquier sujeto: el desafío del fin.
Escribo desafío porque nuestras fuerzas afectivas y espirituales se ponen en juego y nunca sabemos cuál va a ser el resultado. Y escribo fin porque éste remite al único final que somos capaces de registrar. Más adelante lo sabrán.

Estas fiestas marcan simbólicamente para la cultura occidental judeo-cristiana, un antes y un después en el imaginario social. Un hecho histórico y espiritual por un lado, y un hecho de calendario por otro. Aclaro que cada cultura o religión tiene sus fiestas y que cada una de ellas, a su manera, significa más o menos lo mismo. ¿Qué es lo que significan? : El final de lo viejo y el inicio de lo nuevo.

Para la tradición judeo-cristiana, el nacimiento del Mesías marca un ordenamiento universal. Muchos aún lo esperan. Otros instauraron esa fecha como el fin de la historia de un pueblo y su búsqueda religiosa, y el nacimiento de otra relación entre Dios y los hombres. Hasta aquí se abarca lo teológico.

Crisis entre el pasado y el futuro

Lo cierto es que toda fiesta universal de esta índole traza una línea divisoria entre lo antiguo, que muere, y lo nuevo, que está viniendo. Esos momentos son especiales para los balances y los proyectos.
Uno, sin quererlo, se cuestiona, se pregunta por qué, se anima, se proyecta. La movilización afectiva entonces, viene de dos frentes: por un lado, el futuro, con todos sus desafíos e inseguridades, sobre todo en el contexto global en que vivimos. Pero esta movilización es mayor por el lado de las cosas que se van, de lo pasado que debe concluir.

Cerrar etapas es difícil. Perder es difícil. Decir no es difícil. Despedirse es difícil. Aceptar los límites es difícil. A todo esto, y mucho más, remiten las fiestas. Por eso muchos seres humanos tienen esa sensación de no querer estar, de pasar directamente al 5 de enero, de esquivar el bulto. En definitiva y a nivel inconsciente, aquellas actitudes tienen que ver con aceptar al único límite al que todos estamos destinados: Freud hablaba del concepto de Castración, pero para entenderlo en criollo: la muerte.

La muerte es, junto a la sexualidad, un gran enigma universal y casi antropológico que solo puede ser bordeada con algunas palabras y sentires. Esto no significa que aceptarla es risas y disfrute durante todo diciembre. Solo implica que entendamos la raíz de lo que nos sucede al finalizar cada año.
En estos dos años como nunca en tiempos de paz, la temática de la muerte estuvo cabalgando sobre el Covid, llenando horas de noticieros, toneladas de papel de diarios y millones de bites que coparon pantallas de celulares y computadoras.

El posible fin de nuestra vida de forma inesperada, como en una lotería, puso blancos sobre negros para una parte de la población humana e implicó, como mínimo, una reconfiguración de nuestra escala de valores.

¿Qué hacer ante esto?

Existen numerosos mecanismos intrapsíquicos que se ponen en juego, no sólo en estas fechas, sino ante la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, la separación, la adolescencia, etc. Es decir, durante circunstancias de la vida que nos ponen frente al espejo de nuestros propios límites, de aquello que no podemos controlar y simplemente se nos da.
Existen tres actitudes básicas:
1. Esconderse, eludir al límite como si no me atravesara.
2. Negar, no querer enterarse de la existencia del límite y pensar “yo puedo todo.”
3. Aceptar, y atravesarlo, que sería en realidad atravesarse.

Esta última opción es la menos dolorosa, aunque suene contradictoria para nuestros egos. Las demás tienen un primer momento dulce y seductor que luego muta en dolor y amargura.
Aceptar algo de nuestros límites, de nuestra propia muerte, de nuestras limitaciones no es tarea fácil. Sin embargo, es la tarea adecuada. La aceptación de “quien soy y lo que pude y puedo hacer libera y aligera el peso de mi mochila” porque me ayuda a tomar distancia de mandatos sociales y familiares tóxicos y superyoicos.

Al momento de evaluar este “2020-21” sugiero no olvidar el contexto, ver el vaso medio lleno con todo (poco o mucho) lo que pudimos sostener y no “castigarnos” comparándonos con otros o con nuestras propias auto-exigencias, muchas veces excesivas.
Un buen cierre habilita una buena apertura, sobre todo para un 2022 que va a seguir trayéndonos desafíos inquietantes.

Aquí, como en tantas otras situaciones, curas, pastores y psicoanalistas proponemos, desde dos visiones diferentes, lo mismo: aceptar la muerte de lo viejo, de lo que me conduce a repetir, al malestar y al dolor, para jugarse entero por lo nuevo, por lo que no es seguro, por lo que no puedo tocar, pero tal vez, y sólo tal vez, sea lo que me libere…

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor.

Publicado el jueves 30 de diciembre de 2021

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