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¿Será parte de la llamada “nueva normalidad”? La pregunta resulta inquietante y provocativa. Tiene un objetivo: intentar reflexionar sobre esta realidad acuciante que nos toca vivir y el futuro.

¿Hacia dónde vamos?

Quien escribe no pretende tener la verdad, pero intentaré plantear un debate y posibles soluciones. Desde que apareció el COVID 19, se puso en evidencia la debacle del capitalismo y la destrucción del medio ambiente. Tal es así, que el pasado 25 de septiembre se desarrolló en Argentina y todo el mundo la llamada HUELGA MUNDIAL POR EL CLIMA. Una acción para llamar la atención y generar conciencia sobre la problemática ambiental, pero por sobre todo para exigir a los gobiernos medidas concretas que den respuesta a los distintos reclamos que hay sobre el tema.
La ONU elaboró un informe que firmaron 250 científicos y científicas donde alertan que de no reducir drásticamente y urgentemente la emanación de gases de efecto invernadero, en particular el CO2, para el año 2050 la tierra podría ser inhabitable para la humanidad.

Pero el efecto invernadero, es solo uno de los problemas ambientales. El deshielo de los glaciares, en los cascos polares y en las altas cumbres, va incrementar el nivel del mar poniendo en peligro a todas las poblaciones costeras entre otras trágicas consecuencias.
La contaminación ambiental y radioactiva indica que estamos en la época de mayor polución química de la historia. La reducción de biodiversidad provocada por el capitalismo es tal, que el 94 % de los animales del planeta son domésticos.

También es muy alta la pérdida de biodiversidad en especies vegetales, calculan que en 30 años el 50 % del área que ocupa la amazonía, pulmón del planeta, se convertirá en una pradera de mantenerse este ritmo de deforestación. La contaminación por plástico es tan grande que hay una isla de plástico en el océano pacífico cuya superficie es 3 veces superior a la de Francia. La agricultura y la industria forestal en manos del agronegocio y las multinacionales generan el 26 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, provocan la destrucción irracional de las riquezas forestales, los cultivos, utilizando prácticas que agotan suelos y provocan erosión de las tierras para maximizar sus ganancias.

No es casual que el COVID 19 se haya gestado en China. El modo de producción capitalista en ese país pone de relieve esas políticas extremas de destrucción ambiental en el afán de la ganancia, políticas que propician el desarrollo de nuevos virus y aumentan el riesgo de zoonosis, como quedó demostrado con las gripes aviares y porcinas que antecedieron al coronavirus hace algunos años atrás pero que no pasaron de ser una epidemia localizada.
El COVID 19 es la demostración de un salto de dimensiones aún desconocidas en la degradación del ambiente. La crisis es global y se expresa en todos los terrenos. Es económica, política, social, moral y cultural. Y la causa de esta calamidad es el sistema capitalista imperialista, un sistema irracional, injusto y al servicio de la ganancia de un puñado de multinacionales y súper ricos.

Hay que luchar para sacarnos el barbijo

Con este diagnóstico da la impresión de estar más cerca de pasar a usar una máscara de gas, que de sacarnos el barbijo. Como en otros aspectos de la vida, en esta sociedad dividida en dos clases, los que trabajan y los grandes propietarios de fábricas, supermercados y terratenientes, toma preponderancia cuál va ser la actitud que asuman los trabajadores y fundamentalmente sus direcciones políticas.

Porque ahí radica el secreto de un cambio radical. Y no es fácil, porque son varias las barreras que tenemos que sortear, no alcanza con solo “tomar conciencia”, siempre hay que ir más allá.
Lo primero a derrotar es la campaña que por diversos medios hacen las patronales, sus políticos y la burocracia sindical respecto de que los trabajadores solo tenemos que trabajar y no podemos, ni debemos opinar de otras cosas. En el mejor de los casos solo emitimos una opinión en las elecciones.
Más allá de los discursos, son las mismas multinacionales y sus políticos quienes se niegan a tomar medidas para reducir el impacto ambiental de lo que se produce. Los dos países que más gases de efecto invernadero producen, EE.UU y China, retiraron su firma del acuerdo de París de 2015 y el protocolo de Kioto de 1997, con el argumento de que reducir las emisiones de gases afectaba sus economías.

En diciembre del año pasado vimos como las multinacionales mineras hicieron lobby sobre el congreso mendocino para modificar la legislación para poder desembarcar en esa provincia. Cosa que lograron con el acompañamiento de todos los bloques parlamentarios, el gobernador recién electo, Rodolfo Suarez (UCR) y el silencio cómplice del recién asumido gobierno de Alberto Fernández (PJ) y su ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Juan Cabandié.
Solo la organización obrera y popular, cortando rutas, marchando a la legislatura mendocina, enfrentando la represión, logró que se anulara la ley que habían votado. Un enorme triunfo que demuestra que si se lucha se puede ganar.

¿Es posible producir sin modificar el medio ambiente?

¡No! Pero sí es posible producir contaminando o dañando o modificando el medio ambiente lo menos posible. La humanidad ha desarrollado los conocimientos científicos e incluso las tecnologías para poder hacerlo.
¿Y entonces cuál es el problema? Qué se produce para que un puñado de multinacionales y súper ricos se hagan más ricos, y no para satisfacer las necesidades mínimas que tenemos los trabajadores y sectores populares. Por ejemplo, Argentina produce alimentos para 400 millones de personas a costa del avance de la frontera agrícola, que significa destrucción de bosques nativos, quema de pastizales, contaminación con agrotóxicos, eliminación de biodiversidad, degradación de suelos, implantación de especies modificadas genéticamente y un largo etcétera de efectos negativos.
Y todo ¿para qué? Para que cinco multinacionales (Cargill, Dreyfus, Vicentin, Aceitera Gral. Dehesa, Bunge y Born) acopien la producción, y se queden con las súper ganancias. Como dice don Atahualpa “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.

Sin embargo,  desde los gobiernos suele justificarse que el aumento en la producción significa más exportaciones y por lo tanto, más recursos para el “país”, pero resulta que a pesar de la enorme producción, en nuestro país el 14 % de la población pasa hambre y el 47 % vive en la pobreza (datos de la UCA).
En definitiva, en tanto y cuanto la producción, distribución y comercialización esté en manos de las multinacionales, lo que va a primar es la irracionalidad, puesto que ya demuestran que no tienen ningún interés en proteger el medio ambiente.

Los trabajadores tenemos que organizarnos y discutir para derrotar todas las trampas y doble discursos de los empresarios, sus políticos y los burócratas sindicales. Y a la vez plantear un plan productivo y económico RACIONAL, DEMOCRÁTICO, que dé respuesta a las necesidades reales de los trabajadores empezando por asegurar el alimento sano y nutritivo a cada persona, una vivienda, el acceso a la educación y sistema de salud estatal de calidad, cada puesto de trabajo y salarios dignos.

Ahora es el momento

Debemos debatir cómo lograr estos objetivos sin degradar el medio ambiente, dando tiempo al sistema ecológico para recuperarse. Debemos bajar drásticamente el consumo de hidrocarburos, cambiar la matriz energética y modificar el sistema de transporte de cargas y pasajeros, cambiar  la producción agro ganadera, estatizando los grandes latifundios para ponerlos a producir utilizando tecnología y manejo de suelos y especies que ayuden a la recuperación de las tierras, nacionalizando el comercio exterior y la banca, y debatir en cada lugar de trabajo los detalles técnicos, tecnológicos y científicos con el criterio de minimizar el daño ambiental. Todo esto con una mirada planetaria, pues de nada serviría hacerlo en un país y región y en otro no.
En conclusión somos los trabajadores el agente de cambio que permitirá que saquemos el barbijo para que no se convierta en una máscara de gas.

Nota: Las opiniones de este articulo son responsabilidad del autor.

Publicado el sábado 3 de octubre de 2020

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