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La Gesta de Malvinas no deja de crear y desarrollar publicaciones, hipótesis, reflexiones, enseñanzas que nos introducen analíticamente en la Estrategia y en la Historia, con mayúsculas, de nuestra Patria. El paso de los 39 años, desde su ocurrencia cronológica, a un Veterano de Guerra, no hace más que motivarlo en la investigación permanente de esta GESTA, la última de la Patria, vivida por nuestros hombres de armas, acompañados por todo el Pueblo Argentino y por qué no, por amigos extranjeros de todas las latitudes que siguieron esta hazaña como si fuera propia.

¿Por qué hablamos de Gesta?

Seguramente, no por las políticas ni las estrategias empleadas, ni por haber ido a una Guerra que pudo ser evitada por haber otros caminos de negociación posibles. GESTA por el valor de los combatientes, Soldados, Suboficiales y Oficiales que codo a codo pelearon.
La heroica GESTA, ejecutada con valor y patriotismo, por un puñado de argentinos, no logró alcanzar los objetivos políticos deseados por la conducción superior del estado y provocó la pérdida de muchas vidas gloriosas, que creo, pudieron ser evitadas.

Una Digna Rendición

Para un soldado tener que rendirse es una de los escenarios más difíciles que le toca vivir. Es el momento donde brotan la angustia, las lágrimas, la zozobra y el desasosiego, debido a que su formación y cultura profesional lo han llevado siempre a aspirar a la victoria. Se considera a priori que la derrota debe ser siempre para el enemigo.
Y esto no pasa sólo en los extremos de la guerra. Sucede también en contextos normales y cotidianos.

Pero en esta rendición del 14 de junio de 1982 había otros ingredientes que la hacían más dura, aunque no por eso menos ineludible, fatal e irremediable. Los que estábamos en las irredentas islas no éramos más que una pequeña parte del pueblo Argentino, que en su mayoría hubieran querido estar, resueltos y dispuestos para defender a la Patria y el honor recuperado, después de tantos años de ocupación colonial Británica . Y por ser pocos para afrontar semejante compromiso, la carga y la responsabilidad asumido eran mayores. Estábamos representando a todo el pueblo de la Nación Argentina y también a sus banderas. Éramos los elegidos, distinguidos y favorecidos por una situación o realidad que la Patria nos mandaba y obligaba a vivir.

Así nos enteramos de la rendición, primero por un silencio sepulcral que parecía extraño, chocante, excepcional y también insoportable, en contraposición con el intenso combate luchado y vivido los días previos, que era lo normal para nuestros sentidos. El fragor del combate, el tronar de la artillería propia y enemiga, la iluminación del campo de batalla durante la noche, el rugir de las explosiones de las bombas de la aviación enemiga, que por la superioridad aérea total Inglesa no dejaban de caer en todo el día, y ya nos resultaban familiares, así como el persistente, tenaz, sistemático y metódico bombardeo naval o el ataque terrestre de los paracaidistas, guardias e infantes de marina británicos con el apoyo de fuego de morteros de varios calibres y ametralladoras livianas y pesadas.
Todo ello hacía de los días previos algo cercano al Apocalipsis según lo imaginamos los cristianos. Entonces lo primero que anunció el principio del fin fue el insólito y repentino silencio.

Eran las 09.00 hs. aproximadamente de una mañana sombría y triste del 14 de junio. Además estaba nevando y todo era blanco.
El hospital de Puerto Argentino estaba lleno de heridos de todas las clasificaciones, de leves a intensamente graves. Los muertos quedaban en las trincheras y en las posiciones defensivas que gallardamente protegieran los infantes hasta minutos antes.
Todos los muertos y heridos que yo pude socorrer, ayudar o tan sólo ver, al visitar el hospital, y dejarles el apoyo de una oración, estaban lacerados en la cara, pecho, abdomen o parte anterior de las piernas o brazos es decir condecorados por su valentía contra un enemigo que avanzaba con dolor, sufrimiento, apuro y dificultad. Estos bravos de la guerra, oficiales, suboficiales y soldados, pese a su edad cronológica, fueron héroes maduros y verdaderos protagonistas de lo que la Patria y la gente les mandó cumplir.

Recordemos aquí que el teatro de guerra era netamente aeronaval, que después del hundimiento del Crucero General Belgrano, la Armada Argentina disminuyó su participación en las operaciones. La Fuerza Aérea Argentina pese a la tenacidad, valentía, coraje, empeño y por qué no, temeridad de sus pilotos, no había logrado obtener la superioridad aérea sobre las islas. Y por consiguiente los buques y aviones enemigos nos atacaban constante y eficazmente. Como ejemplo, en la zona que ocupaba mi Regimiento, en la península del aeropuerto, recibimos aproximadamente una cantidad de 130 toneladas de proyectiles, misiles y bombas en el primer mes de combate. Y si no hubiera sido por la protección de la Señora del Rosario esto habría producido una masacre.

El terreno era un lodazal helado, las trincheras estaban anegadas de nieve y barro, los caminos intransitables y la temperatura era de varios grados bajo cero.
En la noche del 13 al 14 de junio desde el puesto de comando del Regimiento de Infantería 25, en el cual yo servía con el grado de Capitán, se veía todo lo anteriormente mencionado, la proximidad de lo inevitable, se advertía la situación insostenible y se insinuaba la ineludible capitulación. En ese contexto, con lágrimas en los ojos, le comento a mi jefe de regimiento, el entonces Teniente Coronel Mohamed Alí “Turco” Seineldín, «La batalla está perdida, preparémonos para lo peor, el plan de destrucción lo tengo listo para ejecutarlo cuando usted lo ordene», el Teniente Coronel también lagrimeando me contestó «no todo está perdido, el combate continúa, la desigualdad es evidente. Tenga el plan a mano y no se olvide de arruinar los Pucará que están operables todavía, la Virgen nos protegerá».

Crónica de un final anunciado

Luego, del particular silencio, se recibieron varias comunicaciones radiales, en las cuales los Ingleses decían que los Argentinos habían combatido con valor, que el coraje de las tropas había quedado demostrado y que era hora de negociar un alto el fuego y terminar con la batalla. No se hablaba de rendición ni de capitulación. El silencio continuaba. Las unidades de primera línea se replegaban ordenadamente hacia Puerto Argentino. Los soldados ingleses habían acatado el tácito y sobrentendido alto el fuego. Los Argentinos que aún mantenían sus posiciones y que no eran pocos, también.

Luego, aproximadamente a las tres de la tarde, para conversar y parlamentar con el general de Brigada Mario Benjamín Menéndez, Gobernador Militar y Comandante de las tropas, arribaron en helicóptero al puesto de comando, con una sábana blanca como bandera de parlamento, el jefe de las fuerzas especiales inglesas (Special Air Service – SAS) Coronel Mike Rose y su intérprete, Capitán Rod Bell, quien vivió en Costa Rica, hablaba español y decía conocer las costumbres latinas.
Las conversaciones entre Menéndez y Rose duraron casi 2 horas, en las cuales uno, requirió proceder a seguir al Teniente General Leopoldo Galtieri y el otro solicitó lo mismo al Mayor General Jeremy Moore ( embarcado en el transporte Fearless) y éste, a su vez, a Margaret Thatcher en Londres.

Cerca de las nueve de la noche, en medio de una gran tormenta de nieve, llegó a Puerto Argentino el general Jeremy Moore, con el documento de la rendición. Aproximadamente 2 horas después se firmó el documento. El Capitán Bell comenta «la firma del escrito fue una breve y simple ceremonia, y se hizo en una oficina del primer piso de la gobernación. Ambos firmantes fueron muy cordiales y civilizados. Obviamente, había gran placer y felicidad en uno y sufrimiento y realista apreciación de angustia y dolor en el otro».
Los Generales se dieron la mano. El General Menéndez fue llevado como prisionero de guerra al buque Fearless.
En Buenos Aires, al día siguiente, el General Galtieri citó a la población a Plaza Mayo, con la intención de anunciar la rendición. La plaza se volvió a llenar, pero en esta ocasión para repudiar al gobierno y también reprochar la irresponsable evaluación internacional, y la insensata planificación y conducción de la guerra. Los partidos políticos, peronistas, radicales y sectores de izquierda hicieron responsable al gobierno de haber manipulado la justificación del conflicto para frenar las presiones sociales y mantenerse en el poder. El 15 de junio, la congregación frente a la Casa Rosada finalizó con una fuerte represión policial contra la multitud presente.

En Puerto Argentino, se transmitió la orden de rendición y se estableció como lugar de reunión de todo el personal el área del aeropuerto. Allí estaba mi Regimiento, que mantuvo a su personal en sus posiciones respectivas. El Teniente Coronel Seineldín, recibió la orden de hacerse cargo de la situación de las tropas que se replegaban, dándoles alojamiento y seguridad.
El 16 de junio la situación estaba bajo control y con mucha tristeza se inicia la evacuación al continente en barcos propios y del enemigo.

Muchos oficiales y algunos suboficiales y soldados elegidos quedamos como prisioneros de guerra en San Carlos y luego en el buque «ferry» Saint Edmund. Regresando al continente a Puerto Madryn el 14 de julio. De esta manera concluye aquella honrosa rendición y el dolor ocasionado queda en la memoria y evocación de todo Argentino de ley.

La guerra, como sabemos, es un estigma que persigue a la especie humana desde su nacimiento. Como una maldición, pesa sobre las espaldas de cada uno de sus integrantes y no admite explicación que permita comprender y mucho menos justificar, los múltiples horrores y espantos que provoca.
Y en estos momentos que aunque lejana, la vivimos a diario a través de los medios de comunicación social, no podemos dejar de pensar en todos los combatientes Argentinos y Británicos, que en esta nuestra Gesta de Malvinas, dieron hasta sus vidas, para defender lo que sus Patrias les mandaban.

Y así rendir un sentido, respetuoso y emocionado homenaje a nuestros oficiales, suboficiales y soldados, que con poco y en situaciones de inferioridad, combatieron mucho y con valor, siendo un verdadero ejemplo para las futuras generaciones de Argentinos. Compatriotas que aman su Nación y que juntos y unidos pueden solucionar cualquier problema, de la naturaleza que sea, orgulloso de ser criollos, apasionados por su Patria y de ser ARGENTINOS.

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor.

Publicado el domingo 13 de junio de 2021

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