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Acostumbrados a que el tiempo nunca alcanza, creemos que existe alguna fórmula alquímica para extenderlo, para estirarlo o curvarlo como sugiere la física cuántica. Si nos esforzamos lo suficiente, el día tendrá más de 24 hs. y gran parte de la civilización actual adhiere a esa creencia.

La pandemia trajo nuevos elementos que exacerbaron esta situación: Home office, aislamiento social, imperativos al rendimiento y más tiempo en casa.

El ser humano tironeado por fuerzas invisibles.                            

En un inicial análisis de nuestra realidad, tenemos por un lado a la post-modernidad caracterizada por el Individualismo, el Empuje a consumir y por aquel viejo eslogan de los ´70: “Time is money” (el tiempo es dinero). Por ende un tiempo para invertirlo bien, economizarlo y hacerlo producir.

La otra fuerza invisible es nuestra necesidad cultural (artificial-no natural), de no perdernos nada. Una sed incontrolable por pertenecer y consumir todo aquello que suponemos, nos da existencia social, evidenciado en la premisa de si no tenés tal o cual objeto “no existís”.

Al caminar por la calle o al tomar un transporte público, es sencillo advertir en los rostros de nuestros vecinos la vorágine y el acelere con los que convivimos, también cansancio, hastío y hasta expresiones violentas.

La pandemia en salud mental muestra su fase implosiva en innumerables acciones cotidianas, en cada esquina, en cada familia y en cada aula. Las mismas transmiten agresión y autoagresión y son exacerbadas por una triste realidad socio-económica y cultural que atravesamos como nación.

Al correr sin sentido y estar siempre pensando en lo que viene, el hoy pasa inadvertido frente a la larga lista de cosas para hacer. Un gran maestro Zen llamado Taisen Deshimaru (1914 -1982) escribió:   “La mente enfocada en el pasado es culposa, porque siempre hemos cometido algún error, y la mente enfocada en el futuro es siempre ansiosa, porque el mañana es incierto siempre…”

Correr, siempre correr.

Corremos ansiosamente sin darnos cuenta. Corremos porque queremos un mejor nivel de vida, corremos porque no podemos decir que no, corremos porque nos encanta sentirnos útiles y necesarios, corremos por miedo a la pobreza, corremos por la ambición de poder, por el aplauso, por el dólar, la inflación, el doble turno… y así, al infinito.

Siempre hay una excusa. Disfrutar el presente se hace cada vez más complicado aún para la gente joven y últimamente, Psicoanalistas y Psicopedagogos ya dan cuenta de trastornos de ansiedad en niños y niñas.

Y un día, un virus recorrió el planeta obligándonos a estar en casa pero también a excedernos en tareas para “utilizar” supuestamente todo el tiempo disponible. Millones de seres humanos nos lanzamos a cursos online, postgrados y clases de gimnasia. Cocinamos y vimos series hasta el hartazgo. El imperativo social era “hacer lo más que se pueda”.

Medicamentalización de la post-pandemia

Frente a esta realidad social, el ser humano siente que no puede solo. La pandemia es solo una lupa que agigantó lo ya existente: Soledad, Stress, Vacíos, Adicciones y una tenaz sensación de no-futuro.

Lejos de recurrir a la palabra y el encuentro social, los laboratorios y farmacias ocuparon el rol de “quita penas”. No solo es récord la venta de Psicofármacos, sobre todo Anti-depresivos, Estabilizadores del ánimo y Ansiolíticos. Además, las Vitaminas, Aminoácidos, Aceleradores metabólicos, Energizantes, Analgésicos y Anti-oxidantes, también se suman a la lista de químicos que prometen la salvación y la vida plena.

Este dato nos confirma que ya no estamos enfrentando nuestro vivir, natural y antropológicamente. Al parecer, necesitamos recurrir a aditivos, a “suplementos” que nos hagan la vida más llevadera en un mundo azaroso e impredecible.

Propuestas para el final del túnel.

Esconderse en una cueva para aislarnos no es la solución. Si bien la pandemia introdujo nuevos hábitos, propongo alojarnos en el “Aquí y Ahora” de nuestra vida cotidiana.

Recuperar momentos de silencio, de soledad con un libro o con nuestros pensamientos. Recuperar el encuentro sin agenda con amigos, comer más lento y conducir el auto más despacio o charlar 10 minutos con tu hija sin tele ni celular.                    

Ejercitarnos en algo sencillo que es la espera, la capacidad de post-datar el placer y por ende de disfrutar el recorrido pulsional. Estos simples actos son hoy “contra-culturales” en el mejor sentido de la palabra, ya que generan un espacio-tiempo diferente, más profundo y libre de mandatos y presiones sociales.

El tiempo rinde más si corremos menos y si lo disfrutamos sin cronómetros.

El tiempo se disfruta más si promueve el encuentro consciente con otros seres humanos, ya que nuestra mente lo simboliza y metaboliza de forma diferente generando, entre otras cosas, gratos recuerdos. Muchas personas realizaron cientos de actos el mes pasado que ya ni ellos recuerdan. El tiempo mecanizado es un tiempo no recordado.

En el cementerio no dan un premio al que tuvo la agenda más cargada en su vida, ni a aquel que supuestamente no desperdició ni un minuto de su corta existencia.
Animate a vivir cada día un poco más lento y a disfrutar cada momento, un poco más.

Publicado el sábado 13 de noviembre de 2021

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