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En marzo de 1995, Raúl Alfonsín nos dejó un mensaje que todavía estremece la conciencia de cualquier radical auténtico: “Un tema que nos duele en lo más profundo de nuestra conciencia es el de los jubilados, porque allí, en esos hombres y mujeres que trabajaron toda una vida para forjar esta Patria, se expresa la dignidad del esfuerzo, la memoria del sacrificio y la deuda moral que el Estado tiene con ellos.”

Casi treinta años después, esas palabras no solo mantienen vigencia: son un grito que interpela a toda la dirigencia política. Porque mientras los discursos se multiplican y las promesas se reciclan, los jubilados siguen condenados a la humillación cotidiana de haberes que no alcanzan, remedios inalcanzables y la dolorosa certeza de que el país por el que trabajaron no los reconoce.

Nosotros, los verdaderos radicales que militamos en Espacio Abierto, no estamos dispuestos a callar. No estamos dispuestos a resignarnos a que la vejez, que debería ser el tiempo del reconocimiento, se convierta en la etapa del abandono. Sentimos que de cada garganta radical, de cada militante que lleva en la sangre la tradición de un partido que desde hace más de 130 años defendió a los más vulnerables, debe brotar con fuerza el reclamo: basta de maltrato a nuestros mayores.

Porque ninguna Nación se puede construir sobre las espaldas aplastadas de sus progenitores. Ninguna democracia es plena si da la espalda a quienes dieron todo por la Patria. Y ningún radical digno de esa palabra puede mirar para otro lado cuando la deuda moral con los jubilados sigue siendo el mayor fracaso colectivo del Estado argentino.

Por eso, desde Espacio Abierto – Lista 91, la boleta rosa, no nos quedamos en la denuncia ni en la queja. Hemos incluido en nuestras propuestas tres proyectos de ordenanza que, aunque no van a resolver por completo una injusticia tan arraigada, representan un paso firme hacia la reparación y el respeto. Son proyectos concretos que buscan mejorar la calidad de vida de nuestros jubilados, aportando soluciones reales frente a la indiferencia sistemática de los gobiernos de turno, tanto populistas como liberales, que han convertido a nuestros padres en variable de ajuste.

Nosotros no olvidamos que Alfonsín nos marcó un camino: el radicalismo no es oportunismo, no es servilismo al poder de turno, no es maquillaje electoral. El radicalismo verdadero es lucha por la dignidad, es defensa de la República, y sobre todo es compromiso con quienes más necesitan.

La hora de alzar la voz es ahora. Porque si no somos capaces de garantizar respeto y dignidad a nuestros jubilados, ¿qué Nación decimos estar construyendo? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos y en nuestra militancia.

Publicado el lunes 1 de septiembre de 2025

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