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En un nuevo aniversario de nuestra independencia, en medio de esta situación extraordinaria de pandemia global y cuarentena, la primera reflexión es –sin dudas- que ninguna independencia es completa.
Como vemos, ni aun los países que hoy se encuentran entre los más ricos del mundo como EE.UU. o Europa son independientes de lo que sucede en un mundo cada vez más global. En ese mundo, el comercio, las comunicaciones y el tránsito de personas se realizan a escala planetaria haciendo casi imposible el aislamiento o la total independencia de lo que ocurre extramuros.

Ejemplos que nos enseñan

Dos ejemplos cercanos, uno de economía y otro de salud: la crisis financiera de 2008 que nació en EE.UU. pasó rápidamente a Europa y luego a la mayoría de los países del mundo; y la crisis del Covid-19 que nació en China paso rápidamente a Europa y a EE.UU. y luego a la mayoría de los países del mundo. Vale decir, lo que caracteriza a esta etapa del capitalismo más que la independencia es la interdependencia. Por otro lado, también podemos hablar de independencias formales e informales, es decir, países que en los papeles son considerados un estado nacional por el resto del mundo, pero que en realidad no tienen la capacidad efectiva de tomar decisiones independientes, sino que –por su nivel de dependencia económica, dificultades políticas como guerras civiles o por ser dictaduras sin apoyo popular- son satélites o colonias de alguna potencia extranjera.
Pero lo cierto es que, el mundo moderno se divide entre países ricos y países pobres, donde los grados de independencia política y económica se relacionan íntimamente con los grados de desarrollo económico y nivel de vida de su población: a mayor desarrollo económico, mayor libertad política para tomar decisiones independientes.
A esta altura del desarrollo capitalista, podemos asegurar que las teorías económicas convencionales que endiosan la completa libertad de mercado y estipulan que todos los países están “condenados al éxito” es decir que cualquier nación pasará indefectiblemente de país pobre o subdesarrollado a país rico u desarrollado, han fracasado completamente. En el mundo realmente existente, como apunta el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, las relaciones económicas entre países forman un “sistema-mundo” por el cual las naciones más desarrolladas se apropian por diferentes canales –políticos, comerciales y financieros- tanto de la mano de obra como de las capacidades tecnológicas y los recursos naturales de aquellas naciones pobres con las que se relacionan, decretando así una interdependencia donde los países llegan a ser ricos porque otros –sus socios menores- son condenados a la pobreza.

Independencias y Desigualdades

El fracaso de la teoría económica convencional y de las ideas del neoliberalismo están a la vista: no solo el “sistema mundo” implica desde hace décadas que exista un pequeño puñado de países centrales y cientos de países periféricos, sino que la brecha de ingresos entre estos dos grupos de países y al interior de cada uno de ellos (desigualdades internas) hoy sean escandalosas y estén poniendo en peligro las mismas bases de la democracia liberal, donde los nacionalismos fascistas se están convirtiendo en opciones electorales de importancia por primera vez desde la finalización de la Segunda Guerra mundial.
Observando las trayectorias de los países desarrollados, desde los primeros del siglo XIX como Inglaterra y Alemania, pasando por EE.UU. a mediados del XX y llegando a los de reciente desarrollo como Japón, Corea, Taiwan, Singapur, no caben dudas que el grado de industrialización, la mayor complejidad y el mayor eslabonamiento interno de su aparato productivo, instituciones perdurables en el tiempo, más un estado fuerte conduciendo e interrelacionando todo ese proceso, han sido las principales claves del éxito de esos países en términos económicos.
En el caso argentino, el tren del desarrollo lo perdimos a mediados de la década del setenta. En esos años, nuestro país mantenía niveles de industrialización creciente año a año, comenzábamos a exportar bienes industriales, y existían niveles de desempleo, de informalidad laboral, pobreza y desigualdad todavía bajos. Pero, la irrupción de gobiernos neoliberales, como el de la dictadura militar, el de Menem y la Alianza y el ultimo de Macri, con un desprecio notable hacia la industria nacional, nos hizo retroceder fuertemente en términos de cierre de fábricas, de caída de producción y empleo industrial y de desfinanciamiento del complejo científico tecnológico, que es lo mismo de haber desandado el proceso de independencia económica e industrialización que Argentina tomo desde fines de la década de 1930.

Ser creativos para pensar en los cambios

Estamos ante una nueva oportunidad de retomar el camino hacia el desarrollo económico, es decir hacia la industrialización del país. Hoy nos ocupa salir de la pandemia y el aislamiento social lo mejor parados posibles en términos sociales, económicos y de salud, pero ante un mundo que cierra sus fronteras, donde el comercio mundial se ha desplomado, pensar en una salida de la crisis basada en las exportaciones de productos primarios es una vía muerta. Solo nos llevara a mayores grados de pobreza, desigualdad y a un país para solo el 20% de la población. La única oportunidad que tenemos es apuntar al país industrial, social y regionalmente integrado, sustituir importaciones y ahorrar divisas, volver a creer en nuestros científicos, ingenieros, maestros, trabajadores y tener un estado que planifique esta salida, con un consejo económico y social que discuta los mejores programas, palanes y proyectos, valore un mercado interno pujante con salarios reales en ascenso y apueste a incrementar la exportación de bienes de mayor contenido tecnológico.
Este plan de desarrollo debería contar con el siguiente programa:
a) Alentar la integración regional del Mercosur y ampliarlo a más países
b) Dinamizar el entramando productivo y complejizarlo hacia una mayor densidad nacional
c) Priorizar el mercado interno como motor del crecimiento
d) Incrementar la inversión en Ciencia y Tecnología al 1,5% del PIB
e) Profundizar la formación para el trabajo, la producción nacional y las nuevas tecnologías.
f) Apertura de más universidades en todo el país
g) Promover programas para las exportaciones de productos y servicios de mayor valor agregado nacional
h) Reconocer a la economía social y a los movimientos sociales como actores relevantes para el desarrollo
i) Un plan estratégico territorial con el objetivo de descentralizar las actividades y las poblaciones que hoy habitamos el AMBA y los grandes centros urbanos con planes de viviendas, educación y trabajo para el arraigo en todo el territorio nacional (la pandemia actual y las futuras nos imponen abordar este punto como prioritario).
Este es el camino del desarrollo y de la independencia económica argentina y no el de la visión centralista, portuaria, financiera y elitista que también existe en algunos sectores poderosos.

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor.

Publicado el miércoles 8 de julio de 2020

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