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Muchas veces, en nuestros vínculos humanos, nos quejamos cuando las cosas no salen como deseamos y lo primero que intentamos es que el otro cambie, que piense y actúe diferente, que la situación se acomode a lo que necesito.

Nos cuesta comprender que el cambio se inicia en nosotros… ¿por qué?.

Estamos acostumbrados a pensar que si los demás no cambian, nuestro esfuerzo no valdrá la pena, y por ende, nos desanimamos y abandonamos.

Todo espacio vincular sea de pareja, familiar, laboral o social, puede pensarse como un sistema de engranajes interconectados en donde cada uno tiene relación directa o indirecta con los otros. Si un engranaje por más pequeño que sea, gira de una forma diferente, el resto de los engranajes lo percibirá.

Entonces mi cambio de actitud generará si o si una modificación en mi realidad, ya que el otro se verá obligado a salir de su propia posición. La Psicología Institucional habla de “ romper la inercia del sistema” y Hegel lo mostraba en su “ dialéctica del amo y el esclavo”. El sometido sostiene su sometimiento, como el líder sostiene su liderazgo.

Por lo general lo que se escucha en el consultorio o en grupos terapéuticos, muchas veces es la queja y la comodidad de no sostener nuestras iniciativas:

“Es inútil, jamás lo van a aceptar…”

“Mi hijo está tan acostumbrado a que lo ayude…”

“Si yo siempre fui la madre de todos, hasta de mis propios padres…”

“En este país, imposible…”

Estas y tantas otras expresiones, no hacen más que detenernos, que invitarnos a no insistir y mantener el mismo juego.

Por un lado es esperable que al defender nuestras posiciones, novedosas y más sanas, muchas veces, se generen resistencias en mi entorno familiar o laboral, que está bastante mal acostumbrado, o mejor dicho, bastante neurótico. Tus compañeros de trabajo, tu marido o tus amigos no están acostumbrados a esos cambios y logicamente y casi como un mecanismo de defensa, consciente o inconscientemente, intentarán sabotearlo.

Pero por otro lado el dicho “mas vale malo conocido que bueno por conocer” actúa en nosotros desencadenando miedo o temor a lo desconocido y puede aparecer en estos casos el auto-sabotage.

¿Por dónde empiezo?

Lo primero es re-pensar nuestro lugar en el vínculo. ¿Qué lugar ocupo para el otro? ¿Cómo me perciben?, ¿Saben lo que necesito, lo manifiesto o lo reprimo?, ¿Estoy conforme con mi rol y función en la familia?, ¿Y en mi pareja?

Estas sencillas y primeras preguntas valen también para otros ámbitos, el laboral y el social por ejemplo.

No obstante una de las primeras cosas que hay que clarificar en cualquier espacio terapéutico, es saber, si ocupo lugares como sujeto, o como un simple objeto, que se usa, se lo pone, se lo saca y luego se lo olvida hasta la próxima ocasión.

En esta etapa, es fundamental la paciencia ya que las resistencias a mi cambio serán bastante lógicas, porque los otros están acostumbrados a un modelo de relación particular, cristalizado por el paso del tiempo, por nuestra propia personalidad y por mandatos familiares y sociales que nos fueron impuestos.

Llegar a un nuevo tipo de vínculo, a un nuevo tipo de relación de poder con los otros, más homogéneo, democrático y saludable es un maravilloso objetivo para este año que comienza. ¡ Animate !

LLic. Esteban Gómez, Psicoanalista-UBA. MN 25.591 MP 25.668

Publicado el lunes 12 de febrero de 2018

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