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El 1 de mayo de cada año se conmemora el día del trabajador porque en 1886 fueron asesinados un grupo de trabajadores estadounidenses que llevaban adelante reclamos laborales. Eran tiempos donde prácticamente no había derechos laborales, las jornadas eran de 16 horas y quienes se manifestaban arriesgaban su vida permanentemente. Pasaron 134 años de aquel hecho y podemos observar muchísimos avances en materia de derechos laborales, sobre todo en la Argentina.

Igualdades demoradas

Sin embargo, a lo largo del tiempo, también hemos notado que (con avances y retrocesos en el medio) algo se mantiene: la diferencia entre hombres y mujeres en el mundo del trabajo.  Diferencias que persisten en las condiciones laborales y que se condicen con la situación socioeconómica de las mujeres, el acceso a la educación y otros derechos fundamentales. Diferencias que se reflejan por ejemplo, en la brecha salarial que atraviesa a las mujeres de todo el mundo sin distinción de clase.

En nuestro país, el trabajo de las mujeres en igual situación que los varones encuentra amparo en la propia Constitución Nacional: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: (…) igual remuneración por igual tarea”. Asimismo, las disposiciones específicas en la legislación nacional se encuentran en la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo donde establece que “se garantizará la plena observancia del principio de igualdad de retribución por trabajo de igual valor.”  Es decir, la igualdad se encuentra cómodamente garantizada en la frialdad del texto de las más altas normas del país sin embargo, aún no se desarrollaron mecanismos eficientes para poder contrarrestar la desigualdad real con la que convivimos las mujeres.

Si analizamos los datos oficiales, según la flamante Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación, los ingresos de los varones son un 29% más altos respecto a las mujeres en trabajos similares, diferencia que crece al 35% en casos de trabajo informal. Por otro lado, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) publicó un informe confeccionado a partir de los datos de las cuentas sueldos de las entidades bancarias, allí se resalta que “la brecha de ingresos entre mujeres y varones es del 27% en el mercado formal y se estima que llega al 36% en el empleo informal”. De acuerdo a este informe las mujeres administran el tiempo de ocupación al trabajo remunerado unas 15 hs. promedio y al trabajo doméstico (no remunerado) unas 42 hs. promedio. En cambio, los varones sólo destinan un promedio de 33 hs. al trabajo remunerado y 17 hs. al no remunerado.

Un virus que afecta a las mujeres

Entonces, si tenemos en cuenta que la informalidad laboral está mucho más presente en las mujeres, que hay una persistente brecha salarial y que la misma no parece reducirse en el corto plazo, ¿cómo impacta la situación de aislamiento social preventivo y obligatorio ante el covid-19 en las mujeres? Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70 % de trabajadoras y trabajadores de la salud son mujeres y la brecha salarial del sector asciende al 28%. En el actual contexto de emergencia sanitaria, cobra una especial relevancia entendiendo que la actividad se ve sobre exigida por la naturaleza de las necesidades. Además, a esta mayoría de mujeres en el sector, se debe sumar el peso de tener un techo de cristal que no le viene permitiendo asumir roles de toma de decisión. También asumir las cargas del resto de obligaciones que el aislamiento les confiere (gastos de higiene, transporte y protección al contagio).

Es importante mencionar también, que la actividad de las trabajadoras de casas particulares remuneradas se encuentra altamente desvalorizada, ellas tienen los menores salarios del mercado y elevados índices de informalidad. Por otro lado, según un artículo de BAE Negocios citando un informe del Centro de Estudios Atenea, “Se observa que el valor de la jornada de trabajo no remunerado alcanza su punto más alto para las mujeres desocupadas e inactivas, que representan el 54% del total del universo de análisis seleccionado.” Continúa el informe especificando que: “Para estos casos, las mujeres desocupadas alcanzarían un total de $1.042 diarios por mujer, mientras que para las consideradas inactivas (que no trabajan de forma remunerada ni buscan trabajo activamente) el valor sería de $931. Para estos dos grupos es importante destacar que los valores son más altos ya que al no tener un trabajo remunerado, le dedican más horas al trabajo doméstico y de cuidado en sus hogares”. Con esto, queda evidenciado que a mayor cantidad de trabajo no remunerado, menor es la posibilidad de acceso y permanencia en el trabajo productivo remunerado. El trabajo no remunerado (tareas domésticas y de cuidado) que, como vimos, está altamente feminizado.

Mujer, madre y trabajadora

Es importante agregar que, en el contexto de cuarentena, un gran sector de las trabajadoras tiene la posibilidad del trabajo remoto. Sin embargo, aquí entran en jaque la gestión del tiempo entre las obligaciones laborales y las personales.

Nuevamente asumen protagonismo la distribución injusta de las mal llamadas «tareas de cuidado», que en realidad son un verdadero trabajo (intensificado por el cierre de las escuelas y de otros servicios). Así, las mujeres trabajadoras remotas se ven afectadas por largas jornadas de actividad.

A todo esto le sumamos el hecho de que aún en los mejores trabajos (teniendo en cuenta remuneración por ejemplo), privados o públicos, la brecha salarial se repite y las mujeres tienen pocas posibilidades de acceder a los puestos más altos de toma de decisión. Es decir: las diferencias y la desigualdad son una constante cuando comparamos la realidad de las mujeres con la de los hombres.

Sin dudas, los desafíos son muchos. ¿Por dónde se empieza?
Reconociendo el problema. ¿Cómo avanzamos? Con voluntad política, poniendo en agenda y priorizando el hecho de que hoy la pobreza tiene cara de mujer.

En la medida que las mujeres no estemos en iguales condiciones laborales que los hombres y no haya un pleno involucramiento en la actividad económica -hoy participamos un 20% menos que los hombres- de los distintos países, no habrá desarrollo de nuestras sociedades.

 

Nota: Las opiniones de este articulo sin responsabilidad de la autora.

Publicado el miércoles 29 de abril de 2020

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