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Por: Lic.Esteban Gomez, Psicoanalista UBA

Hace unos días supimos de un grupo de personas que frente a un delincuente capturado “in fraganti” mientras robaba un celular, ejercen la llamada justicia por mano propia y lo matan a golpes y patadas. Esta noticia, junto a otros hechos similares, generan en nuestra sociedad respuestas e interpretaciones diferentes, muchas veces contrarias e irreductibles. Propongo dar una sencilla y breve mirada a tres aspectos que me parecen relacionarse con estos hechos.

EL FENOMENO DE MASAS:

Freud, Weber, Gramsci, Pichon Riviere y G. Badaraco son solo algunos de los intelectuales que más reflexionaron sobre la relación entre el sujeto y las masas sociales, dando cuenta de cómo operan ciertos cambios emocionales, cómo influyen en el pensamiento y cómo terminan generando respuestas conductuales insospechadas para una persona en situación de masa.

La masa puede hacer que un sujeto entre en lo que se llama “estados de consciencia alterada”, que pierda criterio subjetivo y autonomía teniendo conductas que en otras circunstancias jamás realizaría. Algo similar a lo que el Derecho denomina “emoción violenta”. La persona entra como en un torbellino grupal descontrolado y actúa como actúa la masa, se somete a la presión social, sin consciencia de las consecuencias de sus actos. Al finalizar ese corto pero intenso fenómeno, “despierta” y retoma sus capacidades intelectuales y afectivas, muchas veces tomando consciencia recién allí, del daño causado.

EL CONTRATO SOCIAL:

J. Rousseau, sin dudas uno de los padres de la Revolución Francesa, fue tal vez el primer intelectual europeo, que allá por 1762 sistematizó en “El Contrato Social” las ideas de República, Poder, Estado y Sociedad Moderna. La idea central (brevemente explicada) era que los ciudadanos cedemos algo de nuestra Libertad y Poder para ofrecérselas al Estado, a condición de que éste regule y garantice la convivencia social. El Estado y sus leyes promoverían el bien común, la educación, la salud, la justicia y la protección de la vida y de los bienes de sus ciudadanos. El poder de policía y el uso de la fuerza, quedaba solo en manos del Estado. Con esto se evitaba aquello de “ojo por ojo y diente por diente”, era la posibilidad real de garantizar la paz y la convivencia social.

Cabe recordar, que aquel contrato muchas veces se incumplió a lo largo de la historia. Más de 200 años después, en los `70 M. Focault comenzó a explicar críticamente las relaciones asimétricas entre el Poder del Estado y las sociedades y por ende, sus conflictivos resultados. Aquí es donde se hace difícil encontrar un criterio único, ya que la sociedad fluctúa, pendularmente, en cómo reaccionar frente a esos incumplimientos….

UNA REPARACION FALLIDA:

¿Qué lleva a una persona a matar a otra? ¿Qué objeto material podría tener el mismo valor de una vida humana? ¿Un par de zapatillas, un auto, una bicicleta, la jubilación de un par de ancianos?

Existen muchos argumentos discursivos de aquellos que apoyan o celebran lo sucedido: Justicia lenta, jueces garantistas, Estado ausente, delincuentes sin códigos, injusticias repetitivas, entran y salen por la misma puerta y tantas otras. Pero ningún argumento justifica el asesinato de un ser humano.

Hacer justicia por mano propia nos convierte en el mismo instante en Policías, Jueces y Verdugos, algo desde todo punto de vista peligroso. Seguro es, que la impotencia frente a un hecho que consideramos injusto, como un robo o una violación, genere en un primer momento rechazo y sed de venganza, pero actuar como asesinos, nos convierte justamente en aquello que rechazamos.

Todo intento de hacer justicia express, será una “reparación fallida”. Reparación en cuanto a que intentaríamos neutralizar o reparar el hecho delictivo y fallida porque no repara nada, no corrige nada, al contrario, empeora la situación, terminamos en la misma posición que el delincuente generando más violencia, empujándonos a un espiral de venganzas y violencias interminables.

El psicoanálisis nos aporta una forma de explicar todo este asunto. El mecanismo de “hacer activo lo sufrido pasivamente”, es decir la ley del gallinero, (le hago a otro lo que me hicieron a mi), muchas veces termina transformando en victimarios a las víctimas. En este caso, aquellos ciudadanos, miembros momentáneos de un fenómeno de masa que termina con una muerte, están imputados por homicidio agravado: Reparación Fallida. Terminaron matando por un celular.

Si como ciudadanos laburantes y honestos creemos que el Estado no está cumpliendo su parte del contrato social, que las leyes son injustas para el pueblo, debemos exigirles a nuestros legisladores que modifiquen las leyes o que la ley existente se cumpla cabalmente. Nunca hacer justicia por mano propia traerá paz social ni mucho menos justicia.

Lic.Esteban Gomez, Psicoanalista UBA

MN 25591 MP 25668

Publicado el lunes 26 de marzo de 2018

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