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Avanzan las semanas de cuarentena y muchas cosas emergen con claridad. Toda crisis, personal, familiar y social desnuda nuestras luces y nuestras oscuridades.

Los que Lucran

La humanidad ha relatado en mitos, leyendas y datos históricos, numerosas ocasiones en donde la ambición por el poder, por el dinero o el instinto de supervivencia, hacen cometer actos horrendos.
En ese grupo están esas pequeñas existencias a los que la historia olvidará rápidamente. Ellos y ellas son los que en plena crisis y temores por esta pandemia aumentan los precios, ocultan mercadería, recortan salarios, suplican devotamente el amparo en el (ahora) “Estado salvador”. A ese, mismo estado que hasta hace semanas atrás, reclamaban su achicamiento y des-financiación.
Allí también congregan aquellos burócratas y funcionarios que compran alimentos con sobreprecios a nombre de todos nosotros.
Aquellos que mienten y falsean permisos solo para sentirse un poco impunes y sin restricciones, aún sabiendo que ponen a propios y extraños en riesgo sanitario.

Los que Luchan

Pero felizmente, están aquellos que re-significan y dignifican las palabras “ser humano” y “ciudadano”. Este grupo está sostenido por dos grandes columnas, una visible e institucional y una más sutil y profunda.
La primer columna está compuesta por aquellos trabajadores de tareas escenciales, como médicas, enfermeros y ambulancistas. También policías, gendarmes, choferes de colectivos, maquinistas de trenes y subtes, cajeros y repositores de supermercados y recolectores de basura. Más allá de cualquier reivindicación salarial y/o de condiciones laborales, están poniendo en primer lugar sus roles sociales y eso es un acto de grandeza. “Grandeza práctica”, porque ponen sus cuerpos mientras otros hacemos trabajos desde el hogar.

Otros luchadores integran una segunda columna, un poco menos visible, pero no menos importante. La habitan miles de personas que se pusieron a fabricar barbijos en casa, que reparten viandas en barrios empobrecidos o que solidariamente les hacen mandados a sus vecinos. Aquellos que hacen trámites on-line a nuestros ancianos, sean parientes o no. Aquel empresario que no bajó salarios y que saca de sus ahorros ganados honradamente para pagar los sueldos de marzo y abril. Y aquel comerciante que no especula y se ajusta a la realidad.
También hay varias sociedades de fomento que juntan dinero y compran insumos para nuestro hospital municipal. Clubes que reaccionan solidariamente juntando mercadería para familias en problemas.

Y como si eso fuera poco, apareció Jeremías Escobar. “Vecino-bombero” que da caricias al alma a los que cuidan la salud. El da “caricias-cantadas” para corazones y músculos cansados. Y justamente, como aquel profeta hebreo del siglo VI a.c., transmite ánimo a quienes reman en este mar embravecido.

Todo está guardado en la Memoria

Sabemos que las personas y los pueblos que olvidan tienden a repetir errores. La memoria juega un papel fundamental en todo proceso de enseñanza- aprendizaje y es seguro que estamos en una gigantesca aula global.
La cuarentena va a pasar, la pandemia va a pasar y nuestra vida social volverá, quizás con algunos matices, pero será tarea de cada ciudadano, de cada vecino, de cada uno de nosotros tener memoria.

Recordar quienes estuvieron firmes en el timón, dándonos las manos en medio de la tempestad y quienes estaban para salvarse solos, lucrando con nuestras lágrimas, angustias y necesidades.

Publicado el domingo 26 de abril de 2020

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