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Don Enrique Udaondo

Don Enrique Udaondo

Enrique Udaondo
Buenos Aires, 1880-Luján, 2009

Gran hombre, de figura menuda y valores espirituales de excepción. Sus 82 años de vida, transcurrieron entre dos siglos: los primeros veinte, en el XIX y los otros 62, en el XX, ya que nació el 11 de junio de l880 y murió el 6 de junio de l962.
De estirpe vasca por parte del padre, Melitón Udaondo, heredó como marca indeleble, la autenticidad, característica permanente de toda su vida. De la madre, Adela Peña, y de la familia señera a que pertenecía, recibió -como legado- ideales de solidaridad, de amor a la Nación, espíritu selecto y fidelidad a las convicciones personales.

Un gran hombre, … a la par de don Juan de Lezica y Torrezuri, uno de sus antepasados. El destino quiso que a éste le correspondiera -en la década de 1750- encabezar las gestiones para que el poblado de Luján alcanzara la categoría institucional de Villa (con derecho a elegir “Cabildo”), y a don Enrique -más de siglo y medio después- levantar y conducir “… del estado en que languidecía…”, el hoy célebre Museo Colonial e Histórico, que debía mantenerse en el tiempo para (como él expresaba) “…hacer perdurar en las inteligencias los sucesos memorables de nuestra historia, … mantener latentes el amor al suelo patrio, el culto a los que fundaron nuestra nacionalidad y el anhelo ferviente de cooperar… a la obra magna e imperecedera que ellos cimentaron en 1810”.

Hitos importes en nuestra vasta historia local, protagonizados por varios “hacedores”, pero especialmente por personajes que tenían un tronco común: en el ayer lejano nació la Villa; en 1917, “la salvación” del viejo edificio capitular; en 1923, la definitiva apertura al público del Museo, simiente plantada por don Enrique y hoy plenamente florecida, y en 1972 el justo otorgamiento de su nombre al ya muy ampliado Complejo Museográfico. Hilos invisibles y esfuerzos compartidos que, a pesar de las distancias temporales, mágicamente se entrelazan … verdad ? procurando siempre “forjar Nación”, el bien común y el aprovechamiento público de los bienes.

A don Enrique, el destino le demandó casi cuarenta años exactos, de trabajo esforzado, responsable, continuo y desinteresado, para que “su establecimiento museal” -al que dirigía en forma honoraria, como condición impuesta a la autoridad de turno- se convirtiera en algo vivo, al servicio de la educación de todos los que lo visitaran, constituyendo un digno y jerarquizado reservorio para salvaguarda del patrimonio histórico y cultural que allí se había atesorado.
Habiendo crecido en zonas campestres y ribereñas, de esos “afectos marcados a fuego” aprendió a amar la tierra, a respirar el aire puro, a valorar los dones de la naturaleza, y -en el tiempo futuro- a convertirse en un verdadero arquetipo moral, con actitudes ejemplares dignas de imitación.
Su desprendimiento patrimonial fue moneda corriente para lograr sus fines y cometidos, y es -entre tantas cualidades- la que mejor lo asciende a la categoría indiscutida de “patriota con mayúsculas”.
En todas las tareas que emprendió, se manifestaron esas tan nobles cualidades que lo distinguían y de las que abundan testimonios: escritor incansable, integrante de instituciones religiosas y socio-culturales, mediador en cuestiones políticas -y en otras también- por su ecuanimidad, prudencia y racionalidad en expresiones y juicios emitidos, “instalador” de monumentos y señalizaciones en memoria de próceres y hechos; fundador y organizador de escuelas, de bibliotecas -a las que enriqueció con libros y más libros, en especial, sobre el pasado nacional- y, fundamentalmente, tesonero “hacedor de museos”.
Uno de estos establecimientos -su obra máxima y cumbre- al que destinó esfuerzos ingentes, bienes personales y dedicación permanente, es nuestro “Museo de Luján”, como resulta públicamente conocido.

A la memoria de este noble argentino -que merece ya pacífico descanso- y cuyo espíritu seguramente ronda los espacios de la que fue su gran obra postrera, hoy -al cumplirse 47 años de su partida- se concretará el justo y merecido homenaje final: sus restos mortales descansarán, para siempre, en la Capilla de su amado Museo. Que descanse en paz !

Luján, 6 de junio de 2009.-

Comisión Directiva
Asociación Amigos del Complejo Museográfico “Enrique Udaondo”

Publicado el sábado 6 de junio de 2009

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