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La Lic. Patricia Robiano escribe una nueva columna: en esta ocasión, harinas.

COLUMNA
Si bien al hablar de “harinas” las personas suelen pensar en esa lluvia blanca proveniente del trigo que invita tanto a los más exquisitos placeres al paladar como también en la villana inflamatoria más temida, realmente el término hace referencia a un polvo que se extrae de la molienda de distintos cereales y semillas.

Siendo así existen harinas de distintas índoles: de trigo, avena, mijo, almendras, arroz, centeno, garbanzos y tantas otras, cada una con sus características especiales. Hoy voy a guiarte sobre cuáles son las más convenientes para el cuerpo humano.

El primer punto a tener en cuenta es que sea del grano o semilla donde provengan, si vamos a consumirlas, siempre conviene que sean integrales, que significa que sea una molienda completa que incluya desde el germen (la parte más interna) hasta la cáscara. Siendo así, toda harina que sea integral (completa) es superior a cualquiera refinada.

Si has podido leer los artículos anteriores donde escribí acerca del azúcar, la sal y los aceites, sabrás que con la harina esperamos lo mismo: cero refinados. ¿Por qué? Porque siendo íntegro tiene un mejor impacto en el cuerpo que si ingresa desprovista de esos nutrientes aliados para la salud.

Un problema llamado “almidón”:
Me gustaría que pienses en el engrudo, ¿te acuerdas qué es? Esa “cola” de pegar que se utiliza para tantas manualidades ¿con qué ingredientes se hace? Sí, con harina blanca o arroz blanco pisado, y agua. El almidón junto a los líquidos provoca una masa que es capaz de magnetizar todo tipo de sustancias, microorganismos y toxinas que se quedan pegadas en ella, y proliferan en ese ambiente hipóxico y almidonado. Esto pasa en cualquier aparato digestivo de una persona que lleve una alimentación convencional, sea más o menos dietética.

Este engrudo de harina y agua o, en casos más concretos, galletitas y mates, bollería con infusiones, panificados y refrescos… es todo lo mismo. Y esto, unido a otros infaltables de la dieta habitual modernas como los lácteos (quesos, yogures, leche…) que contienen caseína y demás componentes mucógenos (generador de moco) que mezclado con ese engrudo nos va dejando un resultado más que claro: aparato digestivo inflamado, lleno de mocos con sustancias inconvenientes pegadas allí.

¿Y qué se puede esperar de esto? Por ejemplo, un crecimiento anormal de cándidas (entre otros) las cuales provocan daño en el tubo digestivo a distintos niveles, fundamentalmente intestinal donde debería de absorberse adecuadamente todos los nutrientes, aunque este proceso se inicia en la boca. Entonces allí tenemos avitaminosis, anemias por malabsorción del hierro, ácido fólico y la vitamina B12, osteoporosis por malabsorción del calcio y la vitamina D…

Otro problema llamado “glúten”:

El gluten es un conjunto de proteínas que lo contiene el trigo fundamentalmente. Son de gran carga tóxica para el cuerpo humano lo que significa que son de difícil digestión y esto, unido a un aparato digestivo laxo y dañado por el exceso de almidones y mucógenos, provoca que pasen a la sangre como tal (macromolécula inflamatoria) y generen reacciones. Aquí tenemos las erupciones, diarreas, cambios de humor y demás inconvenientes propios de la intolerancia al glúten o celiaquía por rotura de paredes intestinales y filtrado de macromoléculas a la sangre como las demás alergias e inflamaciones… Por donde se lo mire, un problema.

Es que si el cuerpo somatiza y solo apelamos al control del síntoma, entonces tendremos que vivir así de por vida: controlando, midiendo, nivelando… Pero, si en vez de realizar técnicas de “control” como sería, por ejemplo, consumir productos sin TACC… y hacemos verdaderas técnicas de sanación entonces hay muchas probabilidades de hacer remisión de cualquier trastorno/enfermedad. En todos los casos, la decisión es personal y podremos sanar en función del aprendizaje y la aceptación de esta realidad: somos, en gran medida, lo que comemos.

Esto del “sin tacc” es como lo “des-lactosado” o lo “endulcorado”… intentemos lo que querramos intentar, los granos y los alimentos de origen animal especialmente la leche y los lácteos son innecesario y perjudiciales para la salud. Si fueran tan sanos, ¿por qué deberíamos adaptarlos, ultrapasteurizarlos, mejorarlos y todo ese tratamiento que se le debe a ser a elementos muy mal reconocidos por la fisiología humana?

Hablando de las harinas, la realidad es que no tenemos un aparato digestivo adaptado para ellas especialmente las que contienen almidones y trigo. No somos “granívoros” sino “frugívoros”, esto significa que para conservar una salud adecuada seremos capaces de tolerar adecuadamente muy pequeñas cantidades de granos (almidones y gluten), y mucha más cantidad de frutas, vegetales y semillas de otras composiciones.

Si deseas mejorar la respuesta de tu cuerpo opta por integrales, pero incluso así intenta consumir poca cantidad de ellos y basa tu alimentación en alimentos para los que el cuerpo fue diseñado: agua, frutas frescas, vegetales de todo tipo y color, semillas y frutos secos, legumbres, algas, germinados y brotes, y fermentados. Estos sí son alimentos funcionales.

Recuerda que siempre, -siempre-, se puede empezar de nuevo y cambiar 🙂

Agradezco la posibilidad que me estás dando de ayudarte.

Te saluda afectuosamente,

Lic. Patricia Robiano | Holistic Health Coach

www.patriciarobiano.com.ar | info.patriciarobiano@gmail.com

Publicado el martes 27 de marzo de 2018

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