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Tiene 91 años cumplidos el 8 de enero último y hace un mes y medio que salió caminando desde San Miguel de Tucumán con destino a la Basílica de Luján. Lleva consigo una promesa y un pedido a la Virgen por los jóvenes y la paz del mundo.

Emma Moronsini no tiene familia y su casa está en Castiglione delle Stiviere, en la provincia de Mantua, en el norte de Italia. Ya realizó caminatas como esta por Polonia, Israel, México y Brasil. Siempre de a pie y llevando solamente una valija y un paraguas en su “carello” de dos ruedas. El resto lo recibe del cariño de la gente en cada pueblo por el que pasa.

En Argentina viaja por la banquina de la ruta nacional 9. En la mañana del miércoles llegó a la localidad de Tío Pujio y la comisión parroquial le dio la bienvenida. La albergaron en el Hogar Municipal para adultos mayores.

“Los policías tucumanos me decían que no podía hacerlo porque voy sola y estoy muy anciana, y por la inseguridad y la droga, pero en el camino sólo encontré amistad y buena voluntad de la gente”, cuenta sonriente Emma. Cuenta que el día de su cumpleaños, la gente que la hospedó le hizo una torta y una fiesta. No lo podía creer.

Emma sonríe siempre. Todos quieren tocarla y besarla. Saluda como si fuera una vecina de toda la vida.

“Soy feliz caminando”, dice. Todos los días sale a la ruta a las 6 de la mañana y camina cuatro o cinco horas. El resto del día descansa. En una bolsa lleva pan, agua y leche en polvo. Con eso se mantiene fuerte.

Su cuerpo es diminuto. Lleva antejos y un gorro para el sol, zapatillas deportivas y chaleco color naranja que la hace muy visible en la ruta.

Hay que verla caminar. A pesar que el año pasado sufrió un accidente automovilístico que le afectó una pierna, su ritmo al andar es muy veloz, no solo para su edad sino hasta para algunos jóvenes. “Los médicos me dijeron que no iba a poder seguir caminando, sin embargo estoy aquí”, dice con su sonrisa desafiante.

Habla italiano con algunas palabras en español. Lo que hace, explica, es un “sacrificio para la Virgen por la paz en el mundo, la juventud y por todas esas familias que hoy están divididas. Muchos están separados, algunos conviven pero no son esposos, o no tienen hijos. Es muy triste”.

Mientras llega a Luján, Emma se muestra sorprendida por el cariño de la gente. “Nunca pensé recibir tanta gracia”. Una vez que llegue a Buenos Aires, ya tiene el pasaje en avión hacia Milán.

De regreso a Italia, espera algún día poder conocer al Papa. Al preguntarle por Francisco, ese rostro pelechado por el sol se le vuelve todo luz. “Es estupendo, maravilloso. Hoy todos quieren verlo y estar con él, aunque no tengan fe en Cristo. El Papa tiene una responsabilidad enorme sobre sus hombros, que es guiar a todos los hombres hacia el buen camino. Pasan muchas cosas malas en el mundo y tenemos que volver a la buena senda”, reflexiona Emma.

Ella también mantiene en alto su esperanza de conocerlo y se ofrece a trabajar con enfermera voluntaria en algún hogar para pobres o ancianos. Pero que si Dios le da vida y salud, el año que viene le gustaría hacer otro viaje por algún otro país. Ganas le sobran.

Fuente: Diario La voz.

Publicado el sábado 14 de febrero de 2015

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