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El trabajo, la generación y distribución de la riqueza

Es un 1 de Mayo diferente. La pandemia que azota y agobia hace más de un año se ha llevado prematuramente la vida de familiares, amigos y conocidos golpeándonos con una virulencia que aún no cede. En este drama sanitario con impacto social y económico nos detenemos a reflexionar en el día de los Trabajadores.

Cada 1 de Mayo es un día de celebración pero el presente nos interpela y exige una perspectiva histórica despegada de las pasiones desatadas en cada época y que con fuerza casi mística se arrastran hasta nuestros tiempos nublando la razón, limitación que nos impide encontrar los caminos para generar progreso, más y mejor trabajo.
El éxito o fracaso de una Nación puede medirse en la capacidad de desarrollo y progreso general y su nivel de distribución de la prosperidad entre sus habitantes. La tensa relación entre generación y distribución de riqueza ha marcado la historia desde la revolución industrial hasta nuestros días, y la Argentina no ha estado exenta de esa puja. En el plano intelectual suele oponerse a estos dos conceptos, generación de riqueza y distribución, como enemigos permanentes que conspiran entre sí. Un error muchas veces manipulado y mal intencionado.

Sin riqueza no hay distribución y sin equidad no hay generación de riqueza sustentable

Nuestro país supo conocer épocas de enorme creación de riqueza y también de modelos de redistribución que hicieron a la Argentina uno de los países más importantes del mundo. Hoy esa Argentina ha desaparecido. Desde hace décadas, nuestro país no reúne las condiciones socio económicas para generar riqueza y mucho menos una distribución eficiente. En términos laborales, no podemos generar más y mejor trabajo. Y de ahí el deterioro que nos lleva al fracaso.
Con aciertos y con errores, Argentina tuvo una etapa de pujanza extraordinaria con el modelo agro-exportador implementado sobre fines del siglo XIX que atraía oleadas de inmigrantes europeos, mayormente italianos y españoles, y que tenía al ferrocarril como el motor de ese desarrollo. Fue la época de la Argentina rica, con millones de argentinos pobres. Al influjo de las ideas anarquistas y socialistas provenientes de los inmigrantes, aparecieron las primeras concesiones laborales:
• En 1905 el descanso dominical.
• En 1915 se adoptaron medidas contra los accidentes de trabajo y enfermedades laborales.
• Y en 1929 la jornada laboral de 8 horas.

La crisis económica mundial de 1929 y el primer golpe cívico-militar a un gobierno democrático marcaron el fin de ese modelo en el cual la Argentina producía riquezas extraordinarias pero no las distribuía entre quienes la generaban.
Tras un período de fraudes e inestabilidad institucional, donde el ruido ensordecedor de la Segunda Guerra Mundial repercutía políticamente en Argentina con el debate entre Germanófilos y Aliadófilos, Perón -enrolado en las huestes del ejército más proclives a los primeros- encontró en la clase obrera postergada de 1945, un modelo político y de país desconocido hasta entonces. Fue la época donde los trabajadores tuvieron una incidencia fundamental en la vida política y económica de la Argentina y paralelamente avanzaban sus derechos y el Estado de Bienestar parecía ser una realidad.

Miles de argentinos se trasladaron del interior atrasado al conurbano bonaerense, a engrosar la masa de trabajadores que aspiraba ser parte de una industria en desarrollo. La Argentina de la distribución parecía ser una realidad y era irrefutable que los trabajadores iban a gozar durante un buen tiempo de mejores condiciones de vida, con accesos materiales y sociales; sin embargo, los cargos políticos les eran vedados o cedidos sólo a cuentagotas a los obreros. Más tarde, las tensiones políticas, las libertades públicas restringidas y fundamentalmente los
desaciertos económicos pondrían fin al desarrollo y, con ello, darían inicio al lento pero continuo deterioro de nuestro país. Inestabilidad institucional, violencia y muerte fueron los sinónimos de la peor etapa, la que resquebrajó las bases del desarrollo y de la distribución.

El retorno de la democracia significó el invalorable avance contra la violencia, en favor de restituir el Estado de derecho, pero no ha logrado encontrar un camino para generar las bases de un nuevo desarrollo económico y, con él, condiciones favorables para garantizar la única herramienta genuina para el progreso de los ciudadanos: el trabajo.
La Argentina muestra evidentes signos de su deterioro: pobreza e indigencia creciente, millones de argentinos excluidos del sistema laboral o sobreviviendo en el trabajo informal.
Pero subyacen otras condiciones que aún hoy no se encuentran dentro en la agenda argentina…

Las enormes desigualdades dentro del ámbito laboral

Históricamente, las desigualdades han sido concebidas entre el Capital y la fuerza laboral, entre el patrón y el trabajador. Y de esa desigualdad y esa puja, se hizo la historia y se ha escrito infinidad de teorías y libros. Pero nadie habla, ni se preocupa (y por ende nadie se ocupa) por las desigualdades actuales dentro del mundo laboral: Las desigualdades entre los empleados públicos y los empleados del sector privado; y dentro del empleo público, las diferencias entre trabajos con sueldos y remuneraciones superiores al de países ricos, mientras que otros, muchos empleados municipales, con sueldos de pobreza. Otro tanto con el empleo privado: Un 10 % de los empleados en grandes empresas ostentan sueldos multiplicados en dos dígitos a los sueldos promedios del resto de los trabajadores formales.

Todo ello resulta en que Argentina sigue sobreviviendo sobre la base de un modelo económico que garantizaba crecimiento a fines del siglo XIX y durante gran parte del Siglo XX, insuficiente para producir y generar crecimiento económico y una distribución eficiente en la actualidad. No hay leyes laborales para los excluidos, ni tampoco para los incluidos en las peores condiciones, porque la matriz de desarrollo lo hace casi imposible.
Y los remedios que sirvieron en otra época hoy no funcionan y, peor aún, suelen ser parte del problema. El empleo público en Argentina ha crecido muy por encima del empleo privado: el gasto del sector público que en 2006 oscilaba el 18% del PBI, hoy llega al 42% haciendo una quimera los equilibrios fiscales necesarios para que la Argentina salga de una vez y para siempre de las crisis económicas recurrentes.

Hoy, las grandes empresas tecnológicas, robóticas y cibernéticas, dominan la dinámica de la concentración económica, constituyen una porción mínima de los dadores de trabajo, y pueden cumplir con las leyes laborales –actualmente en discusión en el mundo occidental-, pagando los mejores salarios del mercado. Por el contrario, miles y miles de Pymes que contratan como pueden a la mayoría de los trabajadores no están en condiciones de cumplir las leyes vigentes y apenas alcanzan a abonar los salarios más bajos, salvo pocas excepciones.
Para generar trabajo se necesitan Inversiones. Y las inversiones cuyos rendimientos son siempre de mediano y largo plazo, requieren de un plan consistente que generen condiciones apropiadas. La Argentina coyuntural se niega a debatir esas condiciones porque no termina de aceptar que una etapa ha concluido y que debemos ir hacia otra, obligados por un mundo cada día más interconectado, más competitivo y tecnológicamente adelantado. Nuevas soluciones en un nuevo mundo: y la agenda laboral debe estar incluida sin que esto genere reacciones que impidan debatir maduramente.

Es cierto, y en defensa de quienes se oponen a cualquier debate del tema, que la Argentina no ha tenido experiencias positivas en los últimos años. La flexibilización laboral y la reducción de las contribuciones patronales en los 90 y en este siglo no trajeron ni más trabajo ni mejores condiciones laborales porque, en el fondo, los problemas de la matriz económica son mayores, son integrales y no excluyentes de la normativa laboral.
Frente a ese reto estamos los Argentinos, los trabajadores y los excluidos del mundo laboral.
Es la hora de asumir el desafío.

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor.

Publicado el viernes 30 de abril de 2021

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