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Recuerdo con emoción la histórica jornada del 30 de octubre de 1983 y el renacer previo de la sana y pacífica militancia política. Una vibrante onda de dignidad cívica sacudió el corazón de los argentinos y despertó su espíritu. El “gran pueblo argentino” se ponía de pie y con la democracia como bandera y con la Constitución y las leyes como armas. Y el milagro se produjo: derrotó al poder de las armas y aseguró para el futuro la forma de gobierno republicana, representativa y federal. La vida ganó a la muerte. La racionalidad venció a la fuerza bruta.

Luján, que siempre estuvo presente en todos los grandes acontecimientos históricos, esta vez también fue parte activa de la gesta democratizadora. La militancia política dejaba atrás la clandestinidad a la que la había sometido la dictadura y, como un verdadero amanecer, comenzaba a iluminar la esperanza de nuestros vecinos, a
fortalecer su deseo de participación.
Nuestra comunidad se movilizó al máximo, los locales partidarios se llenaron de militantes; era normal ver ciudadanos que llegaban al Comité con propuestas, con consultas, con inquietudes y sobre todo con esperanza. Pero lo mismo ocurría en las Sociedades de Fomento, en los Clubes, en las Asociaciones Profesionales, en los Gremios, en las Cámaras Empresarias: todos desde su lugar sumaban para perfilar la nueva sociedad democrática que se estaba construyendo. En las escuelas, los alumnos pedían entusiasmados información política, realizaban debates y hasta simulacros electorales.

Con este clima de fervor cívico llegamos a las elecciones. Mucho antes de la hora de su inicio se formaron largas filas de votantes ansiosos por expresarse. Todos los centros partidarios tuvieron intensa actividad. El acto se desarrolló pacíficamente y fue cordial la convivencia entre los fiscales de los distintos partidos políticos. En Luján, como en toda la Provincia de Buenos Aires, cada agrupación partidaria presentó tres cuerpos de boletas, la de candidatos nacionales, la de candidatos provinciales y la de candidatos locales. En esa elección no hubo listas sábanas y por lo tanto el votante debía colocar en el sobre tres cuerpos separados –uno por cada nivel– que obviamente podían ser del mismo, o de distintos partidos.

Tengamos en cuenta que en 1983 no existían ni internet ni celulares ni medios de información pública lujanenses virtuales. La información en tiempo real disponible era solo la proveniente de las radios y emisoras de TV nacionales y las noticias locales solo podían obtenerse asistiendo personalmente a los Comités o Centros políticos. Además, en los partidos, conocíamos los resultados obtenidos en cada mesa recién cuando el fiscal de esa mesa nos acercaba el acta de cierre, lo cual convertía al escrutinio en una lenta tarea artesanal.

En el Comité Radical, que estaba en la calle Alsina al 1200, a partir de las 18 hs. comenzó a llegar una verdadera multitud de vecinos para esperar los resultados.
Cuando los medios nacionales ya anticipaban extraoficialmente el triunfo de Raúl Alfonsín y el fervor crecía, en nuestro centro electoral aún no teníamos toda la información, porque dada la cantidad de gente reunida en las inmediaciones del local, muchos fiscales no podían pasar y entregar su planilla. Esto alargó la espera y prolongó
la incertidumbre.

Ante esta situación, en la que los resultados parciales nos eran favorables, pero insuficientes para considerarlos definitivos, pero a su vez generaban entusiasmo y triunfalismo entre los presentes, me pareció prudente distanciarme del grupo y esperar paciente en el fondo de la casa. En un momento noté que la multitud
se enardecía y escuche fuertes aplausos. Me avisaron entonces que el Dr. Juan Carlos Vocaturo, candidato a Intendente Justicialista venía al Comité de la Unión Cívica Radical a saludar y felicitar al nuevo Intendente de Luján. Ese fue el momento en el que supe que aquí también habíamos triunfado. Luego, cuando después de los abrazos
y felicitaciones recíprocas, se retiró la delegación peronista, los más entusiasmados me subieron a la caja de una camioneta en la que llegamos a la calle San Martin que estaba colmada de gente.

Nunca vi un festejo cívico tan generalizado. Alegría, aplausos, sonrisas y lágrimas de emoción nos acompañaron todo el trayecto. Advertí inmediatamente que lo que el pueblo festejaba, más que el resultado en sí mismo, era haber recuperado la democracia, y saber que a partir de eso, sus derechos cívicos y su libertad estaban asegurados.

La decisión de vivir en democracia nos unía a todo los argentinos. La cuestión era entonces definir qué cualidades, qué fortaleza, qué capacidad debía tener esa democracia naciente para no volver a ser, como muchas veces antes, un simple y corto paréntesis entre dos dictaduras militares. Esta vez, la democracia debía ser para siempre. Nunca más la dictadura ni ninguna otra forma de autoritarismo.

Para esta importantísima definición, los argentinos recibimos dos principales propuestas. La de Ítalo A. Luder, que desde el Justicialismo proponía un manto de olvido sobre lo ocurrido en el País, con la debilidad que significaba aceptar la impunidad como inicio de la nueva etapa , y la de Raúl Alfonsín, que desde la UCR sostenía que una democracia fuerte no podía implementarse a partir de una claudicación ética y que en consecuencia debía derogarse la autoanmistía que se habían otorgado los jefes militares y someterlos a juicio, como así también a todos aquellos que hubieran atentado contra la democracia y los derechos humanos.

Porque el pueblo hizo suya la propuesta de RAÚL ALFONSÍN, porque no tuvo miedo de jugarse por una democracia libre de tutelas y limitaciones, el 30 de Octubre de 1983 se convirtió en una verdadera bisagra de nuestra historia, renaciendo la democracia, esta vez para quedarse.
Evocar esa jornada es reencontrarnos con lo mejor que la política y el pueblo argentino han dado en estos 37 años. Reflexionar sobre ello no significa mirar para atrás, es rescatar y revalorizar nuestra propia experiencia para ponerla al servicio del futuro, en el que todavía permanecen muchos de los sueños del 83, porque aún están en etapa
de concreción.

Alfonsín nos convocaba a construir una democracia sólida y la hemos sabido asegurar, pero también nos llamaba a consolidar la unión nacional, que lamentablemente no pudimos alcanzar.
Quizá mirándonos en el glorioso antecedente del 83, y conscientes de las graves dificultades actuales, logremos que por fin el patriotismo y la generosidad primen sobre el egoísmo y el sectarismo, para que, ahora sí, todos juntos seamos capaces de construir una sociedad justa y solidaria, que nos garantice a todos satisfacer nuestra necesidades y convivir en armonía.

Janito Rampazzi y la ciudad festejando… una noche hace 37 años…

Nota: Las opiniones de este articulo son responsabilidad del autor

Publicado el viernes 30 de octubre de 2020

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