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La Conferencia Latinoamericana de Educación reunida en Panamá en 1943, instituyó como “Día del Maestro” el 11 de septiembre en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento: “El gran Maestro Argentino”.
Las grandes personalidades de nuestra historia son discutidas, provocan divisiones, enfrentamientos, así ocurre con Sarmiento al igual que con otros hombres protagonistas de diferentes épocas y realidades sociales distintas.

Un Hombre múltiple

Fue político, escritor, periodista, maestro, diplomático, militar. Sin duda, de nuestras imágenes escolares lo recordamos por su acción política, su vida dedicada a promover la educación y por su obra literaria. Ocupó cargos: como el de ministro de Gobierno y luego del Interior, Gobernador de su provincia (San Juan), ministro Plenipotenciario, Presidente de la República, Senador Nacional por San Juan, Director General de Escuelas de la Provincia, cargos en el Consejo Nacional de Educación.
Odiado por muchos, criticado y aplaudido. “Un ser enorme y extraño” escribió Paul Groussac, y agrega “a veces sublime, burlado, abucheado durante su vida, y cuya muerte lejana arrancó un gran grito de dolor a todo su pueblo”.
Pero no es simple en nuestra Argentina hablar de Domingo Faustino Sarmiento sin pasiones encontradas: estamos siempre “a favor o en contra”, hay quienes lo censuran o encumbran sin medida. Parecen encontrarse en él dos Argentinas, inconciliables, antagónicas, y no resulta fácil superar estas visiones para llegar a una comprensión cercana a la verdad, enmarcada en la realidad de las épocas que le tocó vivir.

¿Por qué es tan discutido?

¿Porque fue combativo?, ¿por su admiración a otros países?, ¿por qué respondió a las exigencias de su época de acuerdo a las actitudes que las circunstancias le aconsejaban?, ¿por su obra multifacética?, ¿por sus acciones?, ¿por la antinomia de civilización y barbarie que encarnó?, ¿por sus ideas acerca del orden político?, ¿por el debate republicano, en el cual participó activamente?, debate abierto entre Francia y Estados Unidos. ¿Porque admiró a la República Norteamericana?, ¿por sus ideas liberales?, ¿por su admiración hacia el desarrollo inglés y norteamericano y su simpatía por los aportes culturales y socio-económicos de Europa Occidental y Estados Unidos?, ¿por su política exterior frente a Chile y Brasil? Es lógico colocar estas situaciones en la mesa de discusión.
Pero no podemos negar que su gobierno fue un importante hito del proceso de transformación y moderno reordenamiento de la sociedad Argentina. ¿Por qué? Por su obra educacional, que significó no sólo la difusión popular de la instrucción primaria y media sino un formidable esfuerzo por crear nuevos hábitos e inquietudes para convertir a los hombres en productores y no pasivos consumidores de bienes. Para Sarmiento, la escuela ayudaba a democratizar, nivelando las distintas clases sociales, así como lograr la asimilación de los inmigrantes al país.
El argentino que Sarmiento pretendió formar expresó Natalio Botana: “era un ciudadano activo que podía discernir entre el bien público, que tomaba las armas cuando la Patria lo exigía y que, con el tiempo, podría participar, deliberar y decidir en representación del pueblo[…], la república debía ser, una institución creadora de ciudadanos”

Sus ideas sobre la educación popular, política educacional y pedagógica, lo consagran como “El Maestro de América”, ¿y esto puede discutirse? Decía Sarmiento: “La educación pública es un derecho de los gobernados, obligación de los gobiernos y necesidad absoluta de la sociedad”, “La educación pública tiene por objeto preparar a las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual”.
Su figura se eleva cuando recordamos su labor cultural y educativa. La creación de 800 escuelas primarias, el estímulo a las provincias para difundir esta instrucción, creación de escuelas nocturnas para artesanos y escuelas ambulantes para la campaña, creación de escuelas Normales, colegios Nacionales, escuelas Agrícolas, enseñanza Profesional, escuela Naval y colegio Militar, academias, sociedades, bibliotecas públicas, etc…

La educación como proceso continuo

En 1849 escribió, “Quiero una educación que sea un proceso continuo en toda la vida del hombre”. En 1874, al ser interpelado en la cámara de Diputados, por los excesivos gastos sobre educación expresaba: “Déjenme Srs. diputados, soñar con un país en el cual la educación alcance a todos los ciudadanos, para que todos puedan ser partícipes del proceso de cambio que debe vivir la república. Hoy nace la obligación de que todo gobierno debe proveer de educación a las generaciones venideras”. “No me culpen de abandonarme a sueños de perfeccionamiento irrealizables entre nosotros. Mejorar la condición del pueblo a través de la educación permanente, ¿por qué no intentarlo?»
“Déjenme Srs. diputados pensar que es posible un país en el cual el hombre como peregrino en la vida, se prepare desde su infancia hasta sus últimos días, pasando por diversas etapas y su inteligencia tenga capacidad para discurrir con acierto y sus manos un arte para producir riquezas, y en la edad adulta pueda desempeñar los deberes que la sociedad le impone y que este aprendizaje termine sólo al final de su vida”[…]
Cuando había llegado a la Cámara de Diputados fue abucheado, hostigado, silbado. Al avanzar con este discurso, se hizo un gran silencio y luego fue aplaudido.
Sus ideas, proyectos y logros en educación nos llevan a una reflexión: ¿Por qué estamos a favor o en contra?, y no alrededor de Sarmiento y de su defensa de la educación pública, hoy seguimos discutiendo y consultando sobre la educación argentina, avances y retrocesos, si deben fortalecerse las escuelas técnicas, profesionales etc. Discutimos propuestas de educación, porque retrocedimos sobre el camino de construir el país sobre las bases de instrucción, enseñanza y aprendizaje permanente, de calidad, con igualdad de oportunidades para todos. Detuvimos o destruimos el proceso de cambio del país a través de la educación pública. A este camino debemos volver: nuevamente el ayer nos acerca al hoy.

Sarmiento apostó a la “educación como motor del progreso”, “hacer de toda la República una escuela”, “defender hasta las últimas consecuencias la educación popular”, “antes había una educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio y para la aristocracia. Hoy todos los hombres deben ser igualmente educados”.
En 1887, se instaló en Asunción del Paraguay. Regresó en octubre a Buenos Aires. En mayo de 1888 volvió a Asunción. Murió el 11 de septiembre de 1888.
En los interrogantes y conflictos desde el presente al pasado, encontramos este Sarmiento que vive más allá de sus obras y de sus ideas, y mantiene en el hoy su presencia e impulso hacedor que no se va a detener en el tiempo, mientras no alcancemos la educación para todos, igualitaria, permanente, como factor de crecimiento del país.
En su último discurso en Asunción el 30/ 6/ 1887, expresó: “Educación para todos. Esta es la libertad, la República, la Democracia”. Ideas que resumen sus sueños. Más allá de las discusiones, lógicas, necesarias, hay un Sarmiento que recordamos como hacedor de nuestra historia y es el que vive en las controversias y discusiones. Tulio Halperin Donghi escribió: “El mejor Sarmiento en estos años últimos, es el que a pesar de todo sigue las seguridades de su juventud: la educación para todos, igualitaria y de calidad.»
Al terminar su gestión Sarmiento escribió a un amigo en Chile: “He terminado una larga carrera, llegando al término, sin desandar el camino, ni extraviarme…” “Los males quedarán en la sombra o serán perdonados”, “pero sigo soñando en una educación para todos, desde que el hombre nace hasta el final de su vida”.

Objetos como testimonios, en nuestra ciudad

Sigue siendo hoy, ese “ser enorme y extraño” del que habló Paul Groussac. En 1988 se inauguró en el Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo la Sala “Presidencias Argentinas”, que reconstruía la historia nacional a través de sus Presidentes desde 1853 a 1955, hoy transformada en una nueva sala. Allí conviven los testimonios de los Presidentes argentinos, cada objeto tiene el sello de quien lo usó y está marcado por la personalidad de su protagonista. Allí se reúnen los recuerdos de los Presidentes, porque la historia se hace con todos, el país se construye con grandezas, errores y aciertos, logros y equivocaciones, con gestos heroicos y cotidianos. Allí conviven hombres que tal vez fueron opositores en la vida, pero la historia los reúne, en una enseñanza de pluralismo, tolerancia y grandeza. El tiempo nos demuestra que tal vez las diferencias entre ellos no fueron tan hondas como creyeron en vida y es posible que nos transmitieran un mensaje de solidaridad, comprensión, unión. “A favor o en contra”, no ayuda a construir un país.
Los elementos que se conservan de Domingo Faustino Sarmiento son:
– escritorio, de madera trabajada con molduras, puertas bombeé y múltiples divisiones en el interior, con cajones y herrajes de bronce.
– araña de cristal tallada y bronce, con siete brazos curvos grandes y siete más pequeños, 13 platillos y tulipas redondas de cristal esmerilado.
– La carroza Presidencial comprada por Sarmiento en Estados Unidos y fabricada en París, tapizada en seda, con estribos de bronce plateado y faroles de metal cincelados. Los arneses están adornados con escudos plateados. La carroza fue usada por los Presidentes Argentinos desde 1870 a 1894.
¡Feliz día del Maestro!

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad de la autora

Publicado el sábado 12 de septiembre de 2020

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