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Los tristes sucesos de la última semana desnudan la fragilidad y la vulnerabilidad de nuestra sociedad. Quizás 23 muertes nos hagan pensar en miles de otras, silenciosas y anónimas y en casi las mismas circunstancias.
Nos fuimos acostumbrando a investigar a la víctima, a señalar al diferente. Nos quejamos del que roba, de los chicos que piden en los semáforos o que nos limpian el vidrio sin permiso. Pero no hacemos hincapié en las causas que originan ciertos problemas sociales.

En un mundo consumista, corto-placista y exitista gran parte de nosotros somos guiados por el axioma de “mientras a mí no me toque…”, y solo nos ocupamos de ciertas cosas cuando explotan en forma de gran noticia.
En este caso el grito conmovedor de los medios fue que “Mueren 23 personas por consumir cocaína adulterada”.
Antes de continuar, aclaro que quien escribe estuvo trabajando diariamente en el ámbito público durante casi 13 años, con chicos, chicas consumidores y sus familias, en territorio bonaerense.

Para retomar, aquel grito conmovedor está enmarcado en un discurso social y en una lógica que, por denominarla de algún modo, es hipócrita y tendenciosa.
Es hipócrita porque oculta la verdad. Recorta de un grave problema sólo la parte superficial, lo menos importante. Y es tendenciosa porque responde, intencional o inocentemente, a intereses económicos y de poder que quieren convencer a la población que el verdadero problema son los tóxicos adulterados y/o las formas de su consumo, o los lugares donde se las compra y nada más.

Un poco de sinceridad no contagia.

Los profesionales de la Salud Mental que trabajamos con problemáticas sociales como el consumo de drogas -legales o no- de forma compulsiva, sabemos que:

1. Las adicciones son un problema socio-sanitario que recorre a todos los estratos sociales  y es atravesado por cuestiones económicas, laborales, familiares, políticas e históricas en un contexto socio-cultural dado.

2. El objeto consumido no es, en ningún caso, el centro de la cuestión. Sino los condicionamientos sociales, familiares y económicos que hacen que un sujeto o grupo elija el consumo como forma de estar en la vida, de sentirse incluidos socialmente, o simplemente de resolver y evitar los problemas que nos depara lo cotidiano.

3. Es mucho más fácil y menos comprometedor culpar a la cocaína mal cortada que a las redes narco o a una botella de cerveza que a la empresa que las produce, o a las compañías publicitarias que incitan y bombardean las mentes de miles de adolescentes día a día. Así es que el problema se vuelve objeto y no nos deja ver las condiciones, las causas y los grandes actores que lo mantienen.
Por lo tanto, todos nos enojamos con un polvo blanco y granulado envuelto en papel glasé como si tuviera voluntad propia y estaría al acecho a la vuelta de la esquina. No compremos ese relato.

4. Son las condiciones de vida de miles de jóvenes, fundamentalmente en el conourbano Bonaerense, de Rosario o de Córdoba que se encuentran excluidos del actual modelo. Pibes y pibas que no estudian ni trabajan, que no practican deportes, que no tienen hobbies, que no acceden a las redes de Salud Pública, que no tienen grupos de pertenencia potables (clubes, iglesias, ong´s etc.), que no militan social o políticamente, que están vacíos de ideales. Cinco de cada diez de ellos no se alimentan correctamente y 7 de cada diez de ellos conviven con familias disfuncionales, con desempleo y hacinamiento habitacional. Son estas las condiciones que van tallando, lenta pero sostenidamente, un tejido social que, desde el gran colapso del 2001 se fue desgarrando y quedó en la intemperie.

5. Se debe tener especial cuidado en no confundir ni asociar a las adicciones con la pobreza y la delincuencia. La mayoría de los consumidores (aproximadamente el 70%) no son delincuentes. Esto no invalida ni se opone a la realidad de que muchos delincuentes consumen drogas. Si asociamos directamente una realidad sanitaria con una judicial estaríamos equivocados. Sería como encarcelar a todos los fumadores, o a todos los diabéticos que caminen sospechosamente. Las adicciones se curan en centros de salud no en las cárceles.

Los escritorios están lejos de las familias

Existen y conozco, muchos funcionarios bien intencionados y formados pero de poco vale si no lo acompañas con “potrero y alambrado” o si desde arriba “te bajan todo cocinado”. Las políticas públicas están demasiado atravesadas por ficciones teóricas e ideológicas y eso las está alejando cada vez más de la realidad cotidiana que viven millones de familias.
El que escribe las leyes recorta y pega de textos de otros países, de planillas y excels que alguien habrá escrito, y luego vuelve a su cómoda vida en Palermo soho o de algún country del conorubano…

Tres botones para una muestra

Habiendo ministerios para todos los gustos… ¿Por qué aun el SEDRONAR no tiene categoría ministerial? En un mundo atravesado por el narcotráfico y los poli-consumos en ascenso, y si solo en la provincia de Buenos Aires, según el ministro Sergio Berni «se calcula que mínimamente se consumen 200.000 dosis de cocaína diarias» , ¡¿cómo es que todavía no tenemos un ministro del área?!

Desde diciembre de 2005 la Ley nº 26.075 de financiamiento educativo estableció la obligatoriedad de la doble jornada en las escuelas públicas, sobre todo “priorizando los sectores sociales y las zonas geográficas más vulnerables y desfavorecidas…” El último relevamiento oficial de 2015, nos mostró tristemente que solo el 13,4 % del total de los alumnos accedió a la doble jornada. La escuela y el club son grandes contenedores sociales. Sabemos que la calle, las pantallas y el vacío de intereses alimentan cualquier patología social.

El último botón de muestra es aportado por la nueva Ley de Salud Mental, nº 26.657, votada a libro cerrado (sin debate científico) en 2010. Si bien su espíritu es noble y progresista ha dejado muchas zonas grises en relación a las internaciones de pacientes con patologías mentales.
Uno de esos grises es el que dificulta la internación de adictos. Se necesita sí o sí el consentimiento del paciente.
Pero huelga aclarar que una persona adicta por lo general se resiste a ser tratada, minimizando su problemática ya que carece de conciencia de situación y de enfermedad, producto de su consumo compulsivo.
Esta realidad es una gran dificultad para cientos de miles de madres y padres que se sienten con las manos atadas para intervenir en el cuidado y la salud de sus hijas e hijos y ven como día a día sus vidas desaparecen….

Mientras no generemos alternativas de inclusión y políticas preventivas, mientras miremos para otro lado, la conflictiva social irá en aumento. Seguramente se podrá seguir culpando al objeto tóxico, pero jamás solucionaremos el problema.

Para concluir este conciso artículo que simplemente expone una posición profesional y ética, vale recordar que sólo una visión abierta, democrática y políticamente honesta podrá sentar las bases para hacer que una gran parte de nuestros jóvenes pueda disfrutar de sus potencialidades creadoras, de su libertad de elección, de sentirse constructores de un tiempo: su tiempo.
No les robemos más las oportunidades.

“El desempleo multiplica la delincuencia, y los salarios humillantes la estimulan. Nunca tuvo tanta actualidad aquello del vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo. En cambio ya nadie dice aquello de trabaja y prosperarás. El trabajo es hoy el vicio más inútil entre todos los vicios.”
Eduardo Galeano, Patas Arriba (2006).

Publicado el domingo 6 de febrero de 2022

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